lunes, 5 de mayo de 2025

LA ALTA VELOCIDAD FERROVIARIA ARDE EN LA PIRA DEL 'LIBRE' MERCADO

 


El AVE Madrid-Sevilla lleva funcionando desde primeros de 1992. Durante decenios, esta línea ha sido un ejemplo de puntualidad y buen servicio. RENFE indemnizaba a los viajeros que padecían retrasos superiores a los 5 minutos y nunca o rara vez los usuarios tuvimos la sensación de que la frecuencia de los trenes fuera insuficiente. El servicio era extraordinario, se podía cambiar o anular el billete sin coste, no pagábamos por el equipaje, elegíamos asiento sin coste… En fin, un servicio excelente.

Pero, hete aquí que aparecieron los operadores privados y ese fantástico medio de transporte se ha ido al garete. Ahora hay que pagar por todo: cambios o anulaciones de billete, selección de asiento y, a veces, hasta por el equipaje. Y, probablemente, lo que es peor: hoy, que un tren de alta velocidad llegue a su hora es una excepción, siendo frecuentes los retrasos de 1 o 2 horas. Los accesos a los trenes, hasta ahora ordenados y fluidos se han convertido en multitudinarios, con amontonamiento de viajeros que no saben en qué fila ponerse. A diario, empleados de las compañías se tienen que entremeter entre la multitud para ordenar a viva voz o con megáfonos el tráfico de viajeros. En fin, un desastre.

No creo que sea una casualidad que este desastre haya coincidido con la irrupción de los operadores privados en el transporte ferroviario, de modo que las preguntas surgen solas: ¿qué necesidad había de abrir las líneas públicas de ferrocarril a otras compañías, cuando la RENFE proveía el servicio de un modo óptimo; qué justificación puede haber para empeorar el servicio de un modo tan evidente?

Desde mi punto de vista, este estado de cosas es el producto de un fundamentalismo ideológico completamente contrario a las necesidades y derechos e intereses de los ciudadanos y de los consumidores. So capa de la libre competencia, se han malversado unas infraestructuras de transporte construidas íntegramente con recursos públicos de todos los españoles. Con la finalidad de que unos pocos ganen dinero con recursos públicos se ha empeorado gravemente un servicio público que funcionaba de maravilla.

Una vez más queda demostrado que la ideología es la peor enemiga de la buena gestión. En este caso, un servicio público excelente ha sido inmolado en la pira de un talibanismo del libre mercado que nadie parece objetar. Y lo que es peor, con unos efectos probablemente irreversibles.