En mi entrada de antesdeayer, “Una década perdida” proponía una serie de medidas de reestructuración del gasto público. Inexplicablemente olvidé mencionar una de las más clamorosas: la venta de las televisiones públicas. El coste de este “servicio” es tan descomunal, que el poder público debe renunciar a él. Si acaso, sólo sería admisible una cadena nacional de información. Las demás deben venderse o liquidarse.
No digo que esto sea fácil, ya que habrá que sortear, al menos, dos importantes problemas. Qué hacer con algunas plantillas si el mercado no es capaz de absorberlas y cómo evitar que los gobiernos de turno les vendan/regalen las cadenas a sus amiguetes.
Como ciudadano, prefiero que desaparezca Canal Sur y todas sus horteradas a que le reduzcan el sueldo a médicos y maestros.
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