Hace
tiempo que pienso y se lo he dicho a quien me ha querido oír, que el desafío
separatista es un asunto mucho más grave de lo que suele decirse. Es lamentable
comprobar cada día cómo la mayor parte de los ciudadanos apenas tiene conciencia
de esta gravedad y contempla con una pasividad bobalicona el proceso de ruptura
hacia la que nos encaminamos.
Por
eso me ha parecido muy oportuna la advertencia de Feijóo, aludiendo a la
balcanización de España.
Se
atribuye a Mitterrand la conocida frase “el nacionalismo es la guerra”, con la
que no puedo estar más de acuerdo.
Los
separatistas no parecen darse cuenta de que sus exigencias de independencia a
todo trance y sus gestos de desprecio hacia España y los españoles pueden
llegar a convocar a los cuatro jinetes del Apocalipsis.
Llegado
el momento, esa mayoría de ciudadanos ahora absorta en sus propias vidas,
cuando vea que la ruptura de la nación y la pérdida consecuente de bienestar sean ya inminentes y quién sabe si
irreversibles, puede llegar a convertirse en una masa furiosa que exija a sus
gobernantes el empleo de todos los medios de los que dispone el Estado para su
defensa.
En ese momento, evocar un panorama balcánico para España puede ser algo más que un terrible presagio y pase a convertirse en una trágica realidad.
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