Estoy totalmente de acuerdo con lo que razona Emilio Lamo de Espinosa en su artículo. Yo añadiría un par de argumentos adicionales, para justificar la utilidad de la monarquía parlamentaria. Uno de carácter general, que consiste en la ventaja que reporta que el jefe del Estado sea un profesional, formado para ejercer su oficio desde su nacimiento. Esto no asegura un brillante desempeño, pero sí lo facilita, como lo está demostrando el rey Felipe VI. El otro argumento está expuesto por el articulista, si bien con carácter general. Se trata de la neutralidad. Como dice Lamo de Espinosa, el hecho de que la monarquía no sea electiva es precisamente la condición necesaria de su neutralidad. Y esto, y aquí quería yo llegar, es particularmente necesario en España hoy. Si nos paramos a pensar en qué instituciones importantes gozan en la actualidad del prestigio de su neutralidad será difícil que se nos ocurra alguna, distinta de la propia monarquía. Ni el Tribunal Constitucional, ni el Tribunal Supremo, ni el Banco de España, ni el Tribunal de Cuentas, ni el Consejo General del Poder Judicial, ni RTVE. Si acaso, la Agencia Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIREF), hasta que termine el mandato de su actual presidenta y meta Sánchez sus sucias manos en el organismo, nombrando un presidente paniaguado.
Por eso, las razones de la izquierda realmente existente y de sus aliados de conveniencia, cuando reniegan de la monarquía por, supuestamente, no ser una forma de Estado democrática, siempre me han parecido razones cochambrosas, que ignoran lo que es la democracia, la monarquía parlamentaria y hasta lo que son el mundo y la vida.
Solo con imaginarme que el jefe del Estado de España pudiera ser Pedro Sánchez, Rodríguez Zapatero o cualquier yayo o yaya fatuos de esa izquierda cochambrosa se evapora cualquier veleidad republicana que pudiera albergar mi mente.
