miércoles, 1 de mayo de 2024

LA DERIVA NACIONALISTA DE LA IZQUIERDA EN ESPAÑA


 

Juan Francisco Martín Seco acaba de publicar este artículo (https://theobjective.com/elsubjetivo/opinion/2024-04-30/el-rinoceronte-y-el-contagio-por-el-nacionalismo/) en el digital “The Objective”. Martín Seco es inspector de Hacienda e interventor del Estado. Entre otros cargos públicos desempeñó el de Interventor General de la Administración del Estado y Secretario de Estado de Hacienda, en gobiernos presididos por Felipe González.

Políticamente ha estado siempre en el ala izquierda del PSOE (ignoro si fue militante). De hecho, cesó como Secretario de Estado de Hacienda por discrepancias políticas con el ministro Solchaga, partidario de políticas más liberales que socialdemócratas.

La trayectoria política de Martín Seco es un paradigma de cómo han evolucionado el PSOE y la izquierda, en general, desde los tiempos de Felipe González, hasta hoy. Es un punto de referencia que nos permite comprobar que han sido el PSOE y el resto de la izquierda los que se han movido de su sitio de un modo tan excéntrico que bien podría decirse que han perdido el norte. Desde luego, han perdido la izquierda.

Quienes con toda naturalidad votaban a Felipe González y siguen pensando más o menos lo mismo que pensaban entonces, adecuándolo a los tiempos actuales, como Martín Seco, no se sienten representados hoy, ni por el PSOE, ni por toda la galaxia de la extrema-supuesta-izquierda: Podemos, Sumar y todas sus franquicias regionales. Martín Seco está colaborando con Izquierda Española, el partido recientemente creado con el fin de ocupar ese espacio, actualmente vacío, de la auténtica izquierda en España.

Juan Francisco Martín Seco explica admirablemente en este artículo la deriva por la que se han despeñado el PSOE y el resto de las izquierdas. Esta deriva ha consistido en abrazar las tesis de los nacionalismos periféricos españoles, hasta hacerlas suyas. Unas tesis que son lo más alejado que uno pueda imaginar del ideario teórico de la izquierda política. Se aprecia una clara coincidencia de estas ideas con las que expuso el profesor Félix Ovejero en su recomendable libro “La deriva reaccionaria de la izquierda” (Ed. Página Indómita, 2018). Por cierto, Ovejero es otro de los valedores intelectuales de Izquierda Española.

Apoyar el fomento de las lenguas minoritarias regionales en detrimento del castellano, lengua materna de los sectores sociales más desfavorecidos de esas regiones, más que una política de izquierdas es de extrema derecha.

Utilizar las lenguas regionales para crear un sentimiento de nación independiente actualmente inexistente y como punta de lanza de las ambiciones disgregadoras y secesionistas, más que una política de izquierdas es de extrema derecha.

Consentir el establecimiento de privilegios fiscales y de todo tipo en las regiones españolas más ricas, en detrimento de las más pobres (digan lo que digan, la suma siempre será cero), más que una política de izquierdas es de extrema derecha.

Martín Seco aporta una novedad al enfoque tradicional de la deriva de la izquierda nominal en España, que consiste en destacar que esta deriva ya no se reduce a las élites de los partidos, sino que son los electores de izquierda los que masivamente están mudando su voto desde la izquierda que podríamos llamar nacional (PSOE, Podemos, etc.), hacia los partidos de la izquierda nacionalista (permítaseme el oxímoron). Pone el ejemplo de las recientes elecciones de Galicia y el País Vasco, en las que los ciudadanos de izquierda llegan a preferir a las opciones netamente nacionalistas, como el Bloque Nacionalista Gallego o Bildu, frente a las opciones nacionales, nominalmente españolas. Como suele decirse, los electores habrán pensado que, puestos a apoyar políticas disgregadoras e insolidarias con el resto de los españoles, resulta preferible el original que una mala copia. La excepción aparente sería Cataluña. Y digo que es aparente porque, como señala Martín Seco, el PSC no deja de ser un partido nacionalista más. Que simula (y esto lo digo yo) con una hipócrita piel de cordero su piel de lobo nacionalista, para conseguir que le sigan votando personas culturalmente españolas, y aun no abducidas totalmente por el nacionalismo.

Entre las muchas derivadas que pueden extraerse del artículo de Martín Seco, a mí me resulta particularmente sugestivo el análisis de la conducta electoral de las masas trabajadoras de las regiones de mayoría separatista. La pulsión psicológica que les lleva a votar por unas opciones políticas que propugnan la ruptura de la comunidad de solidaridad en que consisten la nación y el Estado en el que han nacido y en el que actualmente viven, es decir, de España, es un enigma para mí.

Esta comunidad de solidaridad entre sus partes, que es el núcleo de la noción de Estado moderno, implica que todos los ciudadanos dentro de un Estado comparten un vínculo de solidaridad y responsabilidad mutua. Esto significa que el Estado tiene la responsabilidad de garantizar el bienestar y los derechos de todos sus ciudadanos, así como de promover la igualdad de oportunidades y la justicia social, cualquiera que sea el lugar del territorio del Estado en el que vivan. Esta noción enfatiza la importancia de la cohesión social, la inclusión y la colaboración entre los miembros de la sociedad y del Estado, para construir una comunidad sólida y próspera.

Por eso me pregunto: ¿qué les lleva a todos esos lópeces y garcías, que viven en Cataluña o el País Vasco, cuyos padres o abuelos nacieron en Almendralejo, Lorca o Marchena, o incluso ellos mismos nacieron en tales lugares, a votar a partidos nacionalistas, como Bildu o ERC? La verdad es que no logro encontrar una respuesta racional; solo alcanzo a experimentar la agria sensación que me produce percatarme del grado de mezquindad que puede alcanzar la condición humana.

Por buscarle racionalidad al fenómeno, supongo que estos lópeces y garcías han mordido el engaño que les han tendido las élites nacionalistas, haciéndoles creer que la independencia de las regiones en las que viven será un gran negocio para todos ellos.

Nuestra obligación como españoles es hacerles ver que, lejos de un gran negocio, la secesión será su ruina. Y la nuestra, también, pero primera y principalmente, la suya.

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