El separatismo catalán exhibe su
rencor y su desprecio hacia España y los españoles en los señalados días de
nuestras fiestas nacionales, el 12 de octubre, Día de la Hispanidad y el 6 de
diciembre, Día de la Constitución. El rencor y el desprecio se expresan, entre
otras manifestaciones, abriendo las oficinas públicas de ayuntamientos y otras
instituciones e incluso los colegios. Por cierto y de paso, algún día debería
estudiarse el papel de los sindicatos docentes en la podredumbre de la vida
política y social de Cataluña y de otros lugares de España.
Pues bien, se diría que en
reciprocidad inversa con esta despreciable conducta del separatismo catalán, el
PSOE ha decidido suspender la sesión del pleno del Congreso del día 11 de
septiembre, día oficial de Cataluña. Es decir, el PSOE, en lugar de trabajar
ese día, lo proclama como festivo en el Congreso.
Dejaremos para otro día el
comentario acerca de que el nacionalismo catalán eligiera en su momento, sin
oposición relevante, como día de la región, lo que ellos consideran como una
derrota militar. ¿Qué se puede pensar de la salud mental de un pueblo que celebra una derrota? A
pesar de que dicha derrota no es sino una de las muchas falsificaciones o
supercherías históricas en las que chapotean los separatistas, pero así es como
malsanamente lo perciben ellos.
En definitiva, esto del 11 de septiembre no es sino una manifestación más de la enfermedad mental que aqueja al separatismo y la suspensión del pleno del Congreso es una muestra más de que la enfermedad es contagiosa, y de que el PSOE la ha contraído.
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