miércoles, 17 de mayo de 2023

MÁS SOBRE CORREOS

 


Hoy fui a Una oficina de Correos a recoger un paquete a nombre de otra persona. Llevaba una autorización y ambos DNI, todo en formato digital en mi teléfono. Pues bien, como Correos sigue viviendo en la época de Miguel Strogoff, la empleada, con una satisfacción apenas disimulada, se ha negado a entregarme el envío, por no llevar los documentos en formato físico. Le pregunto por los motivos de su negativa y me ofrece una razón imbécil: “lo exige la ley de protección de datos”. Le ofrezco enviarle los documentos para que ella los imprima y recibo otra respuesta imbécil: “no nos está permitido.”

Esta entidad pública que es Correos disfruta del monopolio de las notificaciones oficiales certificadas. A pesar de eso, sólo se tiene en pie a costa de ordeñar abundantemente las ubres del Estado, ya que es incapaz de pagar con sus propios recursos su inmensa plantilla.

Además, se aprovecha de esos privilegios para competir deslealmente con las compañías privadas de mensajería, que no gozan del monopolio y de las ayudas públicas de las que disfruta Correos. Y lo hace del modo inepto que ya he descrito. Para la entrega de un paquete de 30€ procedente de Ikea, como era el caso, me han aplicado el mismo procedimiento que para la entrega de una citación para un juicio o de una notificación de una sanción de un millón de euros. Algo ciertamente de imbéciles.

Correos trata a sus clientes, forzosos en la mayoría de los casos, como imbéciles, de modo que, a partir de ahora, rehusaré toda clase de envíos no obligatorios u oficiales que procedan de ese maldito nido de incompetencia y derroche de recursos públicos. Advertiré a las compañías en las que compre que, si realizan sus envíos a través de Correos, los rehusaré. Y no volveré jamás a enviar un paquete por Correos. Publico esto para que cunda mi ejemplo.