sábado, 22 de abril de 2006

Sánchez Ferlosio contra Juan Pablo II

Rafael Sánchez Ferlosio ha vuelto a escribir en el diario El País. Y lo ha hecho con un artículo en el que critica determinados aspectos del pontificado de Juan Pablo II. Soy de los que piensan que la Iglesia Católica siempre está varios pasos atrás del progreso de la humanidad y, con frecuencia, ha utilizado su influencia universal para obstaculizar el avance de la ciencia, la técnica y la cultura. La ideología rabiosa y hasta resentidamente anti-moderna de Juan Pablo II ha alejado aún más a la Iglesia Católica de la historia. Y lo ha hecho, además, proyectándose hacia el futuro de modo dificilmente reversible, al menos en varias décadas. Es natural que un colegio de cardenales nombrado en su mayoría por Juan Pablo II haya elegido como papa a quien representaba la cara doctrinalmente más anticuada, rancia, autoritaria e integrista del anterior papado. Ratzinger, lugarteniente de Wojtyla al frente de la moderna Inquisición, nombrará cardenales aún más conservadores que aseguren que el próximo papa también lo sea, y así sucesivamente.Volviendo a Wojtyla, está muy extendida la idea de que, pese a ser un papa anticuado en materia de moral y costumbres, era un hombre de ideas socialmente avanzadas. Yo nunca creí tal cosa. Siempre percibí sus prédicas sobre la pobreza, el trabajo, las clases sociales, etc. revestidas de la línea católica tradicional: resignación, sufrimiento y a esperar a ver si la otra vida nos depara mejor suerte. Por eso me resulta particularmente atinado un pasaje del artículo de Ferlosio, que transcribo más abajo, en el que desenmascara el tópico de Juan Pablo II como Papa socialmente avanzado."...fue en el estadio deportivo de la ciudad de Puebla -que pude ver por la pantalla "en vivo y en directo" y comenté en su día-, ante un público de obreros expresamente convocado por él mismo. Allí levantó de pronto una gran voz y dijo: "El trabajo ¡no es una maldisióoon!", y aquí tras una breve pausa enfáticamente suspensiva, elevó todavía una octava más el diapasón: "¡Es una béeendisióoon!". Huelga decir que el clamor del auditorio, dada la predisposición incondicional de un pueblo tan católico como el mejicano, fue atronador. Y, sin embargo, Juan Pablo II, pensando solamente en el halago -un paradójico y aun fraudulento halago, tal como se verá-, había arrojado su renovación de la maldición genesíaca sin consideración alguna hacia la condición del auditorio al que se dirigía: un auditorio para el que la idea de "trabajo" no se opone al "ocio", sino al "paro". Dejando aparte la tradición de los Estados cristianos por reprimir "la ociosidad" -con leyes nunca severas y sólo raras veces efímeramente eficaces-, la apología positiva del "trabajo" en sí mismo y por sí mismo surgió con el capitalismo y su necesidad de mano de obra, y fue enseguida recogida sin rechistar por el marxismo; la exaltación del trabajo -sin determinación de contenido- como virtud moral se desarrolló como la más perversa pedagogía para obreros. Y así Juan Pablo II se sumaba a la indecente ideología laboralista -y al fin productivista- del capitalismo y el marxismo, de tal suerte que mientras los obreros de Puebla lo aclamaban estruendosamente con su inocente gratitud hacia un papa que les había hecho el honor de recibirlos, los que con más conocimiento y más de corazón se lo debían de estar agradeciendo, desde el silencio de sus grandes despachos, eran los empresarios mejicanos, que veían cómo el papa se tomaba el cuidado de mantenerles bien domesticado el ejército de reserva, ya fuese en situación de empleo, ya fuese en la de paro."Por otro lado, no me resisto a transcribir esta frase, extraida también del mismo artículo: "Acaso lo más sórdido y más inmoral del cristianismo sea el culto y el cultivo del dolor por el dolor como valioso en sí mismo y por sí mismo".

Artículo íntegro:
http://muriago.bitacoras.com/ferlosio.juanpabloii.htm


Comentarios:

Unas palabras extraidas de su contexto pueden alterar el sentido de un discurso, y de esta manera se pueden interpretar de mil maneras las palabras que cualquiera de los mortales pueda lanzar.Los líderes, como lo era Juan Pablo II, son conscientes de que han de mantener viva la ilusión y expectativas de quienes les siguen,y tal vez por eso resulta a veces increible la evolución de sus planteamientos. Algunos políticos con sus devaneos ideológicos desconciertan en no pocas ocasiones, tanto que incluso desmoralizan y confunden. ¿De qué manera se puede alguien dirigir a un auditorio "condenado" a laborar cada día? Tal vez algún otro autor podría haber dicho: "Juan Pablo II conoce la miseria de algunos pueblos y su cercanía al mundanal ruido le convierten en un conocedor de las dificulatdes económicas por las que atraviesan algunos lugares del mundo, en los que el trabajo se convierte en un regalo cada día."No creo ni en esto último ni en lo que el ensayista propone sobre la renovación de la maldición genesíaca. ¡Ay si Adán no hubiese comido de la fruta prohibida! ¿Que sería hoy de nosotros? Quizá no existiría la lotería, sueño de muchos para dejar de trabajar. Juan Pablo II se dedicó a dar a aconocer la fe católica por todo el mundo, me pareció un hombre incnasable, hasta en los últimos momentos de su vidayno quiso renuciar a visitar cualquier rincón del mundo, a pesar de su ya lamentable salud. Pero lo que pudo ser realmente un avance ideológico del cristianismo se convirtió en un retroceso impensable y desacorde con la época de su papado. Su cercanía a la "Obra" pudo haber influido en su, digamos... conservadurismo y estancamiento en determinados aspectos.Pero no se puede hablar sólo de esto, a mí me gustó mucho su intención de unir todas las religiones, era un afán suyo, no se erigía como el representante de la única verdad, lo que le dió, por otra parte, un importante caracter aperturista.Pero muchos cristianos demandan una renovación de la Iglesia,una actualización necesaria para dejar de tener esa imagen ancestral e incomprendida, que para nada responde a las necesidades de la vida actual, y mucho menos de los más jóvenes que cada vez están más descontentos y alejados de la religión. No somos pocos los que pensábamos que el sucesor de Juan Pablo II debía ser, precisamente, el contrapunto de Benedicto XVI. No comprendí qué objetivo se perseguía con su elección, qué estrategias pretendían seguir sus electores...¿Por qué el Vticano está tan lejos de nosotros?, me pregunto a veces.Y no puedo terminar sin hacer referencia a esa afirmación un tanto gratuita de que "lo más sórdido y más inmoral del cristianismo sea el culto y el cultivo del dolor por el dolor como valioso en sí mismo y por sí mismo".¿de dónde esa idea?. El cristianismo cultiva el amor, la alegría, la ilusión, la esperanza, no lo pintemos de gris, eso ya está pasado de moda.
Tere 23-04-2006 01:28:00

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