jueves, 20 de marzo de 2008

Las ofensas consentidas por Vitorio y Luchino

En el reciente pregón de la Semana Santa de Sevilla, perpetrado por uno de los "grasiosos oficiales" de la caverna, Antonio Burgos, el pregonero dedicó unos maleducados y retrógrados comentarios hacia el matrimonio entre personas del mismo sexo. Digo maleducados porque, entre los presentes se encontraban personas que, con toda probabilidad, son partidarias del matrimonio entre homosexuales. Significadamente, el Alcalde de Sevilla, cuyo papel en semejante mojiganga (me refiero al pregón, naturalmente) parece ser relevante, a tenor del lugar que ocupa en la farsa y del ridículo atuendo con el que asiste a la representación. Pero, además y más importante, porque en la sala podían encontrarse también personas casadas del mismo sexo. De hecho, allí estaba -perejil de todas las salsas- el prolífico (en diseño) matrimonio formado por los modistos Vitorio y Luchino.
De modo que Burgos decidió comportarse como ese invitado maleducado e impertinente, que se dedica a meter el dedo en el ojo a sus anfitriones y a los demás invitados, molestándoles y ofendiéndoles. Y, así, sus groserías no se limitaron a lo ya dicho. También eructó contra los cuidados paliativos a los enfermos terminales, contra el aborto y no sé si contra alguna cosa más, todas ellas, como se ve, muy emparentadas con la Semana Santa de Sevilla.
Pero, volviendo a los modistos o modistillos de marras, habría que preguntarse si realmente se sintieron ofendidos por el exabrupto del pregonero. Si tenemos en cuenta que fue todo menos imprevisto, no se comprende qué hacía la pareja en un lugar en el que con toda probabilidad iba a ser zaherida. Al parecer, su papanatismo o su mercantilismo están por encima de su dignidad.
En efecto, no es la primera vez que estos consentidores son públicamente escarnecidos por la caverna. Recientemente se ha sabido que la cofradía de San Esteban, de la que son hermanos (?) el matrimonio de modistos, les ha prohibido que continúen vistiendo uno de sus pasos, como venían haciendo desinteresadamente desde hace años. El motivo de la prohibición es su reciente matrimonio. Como ha dicho con gracia un columnista, la Iglesia prefiere que vivan en pecado sin casarse.
En fin, no acabo de entender las compañías en las que andan estos atolondrados. Y menos, sabiendo como saben perfectamente que si los burgos y compañía llevaran a cabo el programa máximo de esa ideología reaccionaria que profesan, los homosexuales (los maricones, dirían ellos) serían empalados o quemados en la plaza pública. Vista su conducta, no tengo más remedio que imaginar que, si llega ese caso, mientras sus cuerpos ardiesen en la pira, estos dos aún sonreirían bobamente a sus verdugos.

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