jueves, 17 de junio de 2010

El quinto rifle

Ronnie Lee Gardner, un ciudadano de Utah (EE.UU) condenado por un asesinato que cometió en 1985, ha elegido ser fusilado, a medianoche, por un pelotón de fusilamiento.

Gardner estuvo semanas decidiendo cómo quería morir, dudando entre la inyección letal y el fusilamiento, optando finalmente por este último. Utah desterró el fusilamiento en 2004, pero no de forma retroactiva, por lo que los presos condenados antes de esa fecha y que deseen ser tiroteados, pueden hacerlo.

El condenado morirá atado a una silla, con una capucha en la cabeza y una diana colgada en su pecho. Cinco tiradores -los verdugos deben tener el visto bueno del Departamento de Prisiones y ser agentes del orden-, armados con rifles del calibre 30 y sólo cuatro de ellos cargados con balas de verdad -el quinto las tiene de fogueo- apuntarán al corazón de Gardner y dispararán en cuanto él acabe de decir sus últimas palabras. Un médico estará en la sala contigua para certificar su muerte.

Es extraordinario el alto grado de civilización que hemos alcanzado. Admirable la interdicción de la aplicación retroactiva de la norma desfavorable (?!), aquella que impediría al reo elegir ser fusilado. Con qué minuciosidad se encuentra regulada la ejecución. Y qué decir de ese guiño al azar, dejando un arma sin cargar. ¿Salvará su vida el reo si los cuatro rifles cargados se encasquillan? ¿Habrá apostado Gardner a ese albur?

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