viernes, 30 de marzo de 2012

Otra amnistía fiscal


El problema de las amnistías fiscales es que son recurrentes. Es decir, hay una cierta categoría de personas que nunca pagan impuestos personales. Van acumulando dinero que no declaran, esperando una amnistía fiscal que siempre llega. No importa que sea la izquierda o la derecha la que gobierne. Antes o después, llega. Y, mientras tanto, todo el dinero que destinan al consumo, a su lujoso consumo, ha quedado completamente libre de impuestos.
Al llegar la amnistía, en vez de pagar el 45 ó el 50 por ciento, pagan un 3 ó un 4. Ahora parece que va a ser un 10 por ciento. Sin castigo alguno. Ni siquiera el leve castigo de que quienes pagamos impuestos sepamos quiénes son. A pesar de que pagamos impuestos para que ellos cobren sus pensiones cuando se jubilen, se operen en la Seguridad Social de cosas complicadas, envíen a sus hijos de Erasmus, circulen por las autovías en poderosos automóviles de precios prohibitivos y, llegado el caso, para sufragar un sistema jurídico y judicial concebido y estructurado para la defensa de sus privilegios, incluido el de no pagar impuestos. Y tantas otras cosas que puedes imaginarte.
Por todo ello, el enfoque económico o financiero de la amnistía fiscal palidece ante la visión ética del asunto. Por eso, nunca aceptaré una medida como la que hoy ha adoptado el Gobierno. Porque es insoportablemente inmoral.

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