domingo, 21 de agosto de 2011

El nuevo aroma de Sevilla

Me pregunto qué pensarán todos los que estaban deseando echar a los socialistas y a Monteseirín del Ayuntamiento de Sevilla. Me pregunto si lo que buscaban con el cambio es lo que les está ofreciendo el nuevo gobierno municipal.
Es pronto para enjuiciar a los nuevos gestores. Pero no lo es para percibir el aroma de una nueva política. El primer gesto del nuevo alcalde fue ir a postrarse de hinojos ante la imagen de la Macarena. Me recordó al primer gesto de Zapatero, sacando las tropas de Irak atropelladamente y sin consultar con sus aliados. Ambos, gestos para la galería, pero sólo para una parte de la galería. Se trata de decisiones dirigidas a una porción de la ciudadanía, incluso más reducida que la de los partidarios: la porción de los incondicionales.

Zoido Macarena

Luego vino la notoria y muy publicitada peregrinación a las jornadas papales de la juventud. El talludito alcalde sabrá qué hacía allí, en donde nada pintaba como alcalde y menos como joven. Pero, cuánto agradó aquello, de nuevo, a sus incondicionales, a quienes tanto irritó que sus antecesores de Izquierda Unida peregrinaran a Cuba. Nuestros ediles se pasan la vida peregrinando de acá para allá.
Pero, ¿qué hay de la gestión? Poca cosa y nada prometedora. Lo más importante ha sido reabrir la barra libre a los autos en el casco histórico.
Tú te preguntarás porqué irritan tanto a la derecha sevillana las restricciones al tráfico privado en el centro de la ciudad. No te puedo responder. Se trata de una cuestión objetiva e incontrovertida en el resto del mundo, excepto en Sevilla. En todas las ciudades del mundo, quienquiera que sea el que las gobierne, el tráfico privado va siendo expulsado progresivamente de los centros históricos. Pero no por razones ideológicas, ni siquiera medioambientales, aunque también. Sino por razones físicas: los automóviles no caben en las calles. Y frente a tan elementales leyes físicas no hay izquierda ni derecha. Excepto en Sevilla.
La decisión de eliminar las restricciones al tráfico privado, al contrario que su opuesta, sí es una decisión ideológica. Una decisión ideológica que no desentona con el resto de gestos del nuevo alcalde y que, en su conjunto, desprenden un aroma inconfundible. En estos tiempos de restricciones de todo tipo, cuando poco puede hacer un ayuntamiento para el bienestar de sus vecinos, por falta de medios, el Alcalde de Sevilla ha decidido, al menos, hacer guiños a sus incondicionales.

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