El otro día, el jovencísimo nuevo jugador argentino del Real Madrid Franco Mastantuono fue recibido en el Bernabéu a los gritos de ¡Franco, Franco, Franco!
Jorge Valdano dice en su columna de hoy en El País que “Si el canto fue una broma, bien traída está. No hay exorcismo mejor que el humor.”
Bueno, es una desviación inteligente de la evidencia de que los gritos de los aficionados madridistas tenían una clara resonancia nostálgica. Y que no hace sino confirmar que pocos colectivos sociales habrá en España en los que el porcentaje de los que añoran el régimen anterior sea mayor que en la tribu madridista.
De modo que no, quienes gritaron ¡Franco, Franco, Franco! en el Bernabéu el otro día no estaban exorcizando nuestra negra historia reciente y, mucho menos, tomándosela a coña. Puede que después se rieran de la respuesta histérica del barcelonismo y de otros sectores, que, como doncella a la que le da un vahído, pidieron las sales al oír el nefando lema. Yo también me río, en especial de los seguidores del Barcelona, un equipo de fútbol que abandera un proyecto político racista, supremacista y xenófobo tan repugnante o más que el franquismo.
Valdano se refiere a este asunto, aunque para negar el sentido, digamos, franquista, de los gritos, cuando dice que “Si alguno entonó el nombre con particular pasión porque le trajo nostalgia ideológica, estaríamos ante un inédito tipo de estupidez. La de fortalecer los argumentos de la tribu rival.” Efectivamente, la estupidez en la que habrán incurrido todos los que gritaron ¡Franco, Franco, Franco! pensando en Franco y no en Mastantuono.
La verdad es que la situación no tiene un fácil desenlace. Resulta imposible imaginar a una hinchada gritar ¡Mastantuono, Mastantuono, Mastantuono! Pero resulta igualmente imposible no sentir un cierto sobrecogimiento al oír rugir en un estadio español ¡Franco, Franco, Franco!
Valdano, hombre culto e inteligente y admirable por muchos motivos, como hincha del Real Madrid que es, hace bien en defenderlo y lo hace, además, con inteligencia, como he dicho. Él, no solo es español, además de argentino, sino que debe de conocer muy bien España, porque lleva entre nosotros quizá más tiempo que el que pasó entre sus compatriotas del otro hemisferio. Pero no puede convencernos de que el Real Madrid no fue el equipo del régimen. Dice que el Madrid no ganó una liga en los primeros 15 de años de franquismo. No digo que no, pero es que el franquismo duró 40 años (1936-1975) y tuvo tiempo suficiente para que esa identificación se consolidara en las mentes de la mayoría de los españoles, madridistas o no.
Es evidente que si en cualquier lugar de España se produce una congregación no muy multitudinaria de personas que deciden entonar el grito de ¡Franco, Franco, Franco!, sin que quepa lugar a dudas de que se trata de una loa al dictador, la mayoría de los ciudadanos demócratas observaremos el fenómeno con cierta tolerante indiferencia. No obstante, si esos gritos se convierten en el rugir mayoritario de un estadio de 80.000 espectadores, yo soy de los que empezarán a sentir una cierta inquietud, aunque el antropónimo de uno de los jugadores del equipo local sea, precisamente, Franco.
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