domingo, 9 de julio de 2006

Ocaso en la Bahía de la Plata


Un suave viento de levante nos envuelve, calentando nuestros cuerpos casi desnudos, expuestos al sol declinante de la tarde. El agua del mar nos acoge refrescante y calma. Mientras suena Marlango, contemplamos el prodigio del ocaso. Los colores cárdenos del sol poniente. Su reflejo plateado en el mar de la Bahía de la Plata. La música, la temperatura y los colores de la naturaleza evocan una atmósfera sensual en la que cualquier placer parece posible. El sol sigue su rectilínea ruta inexorable, hasta que lame la linea que el mar traza en el horizonte. La música sigue sonando y las voces humanas se antojan leve murmullo. Los tonos del mar y del cielo y, aún los de la arena se preparan para el inminente anochecer. El prodigio se ha vuelto a cumplir con la exactitud de un rito que se repite desde el principio de los tiempos: el sol se ha puesto en la playa de Zahara.

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