Hay quien utiliza las banderas para golpearnos con el mástil y los himnos para hacernos desfilar militarmente. Son aquellos a los que se refierió Samuel Johnson cuando dijo que el patriotismo es el último refugio de los bribones.
Yo nunca me he encontrado demasiado cómodo con los símbolos que representan a España. Los colores de la bandera me recuerdan demasiado al pasado franquista. El ritmo marcial del himno nacional me sugiere que la identificación con mi país tiene un cariz algo cuartelero. Preferiría que la restauración de la democracia hubiera hecho tabla rasa de todo aquello que la dictadura se había apropiado.
La utilización por el PP de la bandera y el himno en sus manifestaciones contra el Gobierno acabará por hacer el resto y demuestra que ellos sí se encuentran en su salsa envueltos en unos colores y bailando al son de unos acordes con unas resonancias tan evidentes. Nada sorprendente, por otro lado, en vista del perfil biográfico e ideológico de sus principales dirigentes y de sus partidarios más vociferantes.
La derecha se apropia de los símbolos de la nación porque siempre pensó que España es su finca, de modo que bandera e himno son su divisa.
Si esto sigue así, algunos acabaremos repudiando tales símbolos, no ya como algo ajeno, con lo que no podamos identificarnos, sino como algo hostil.
Tampoco será un drama. Parafraseando a alguien que no recuerdo, para mí el patriotismo debe ser algo alejado del fanatismo nacionalista, un sentimiento inofensivo, apacible y suave, casi delicuescente, como los relojes de Dalí.
No está mal que alguien de vez en cuando ondee un símbolo de ese país que debería unirnos y da pena que ese símbolo de unión se utilice partidistamente para separarnos tanto por los que abusan de él como por aquellos que quisieran eliminar una de sus bandas rojas por una morada. Si tu opinión la lee Zeta Peta seguro que mañana sale un proyecto de ley para cambiar la enseña nacional, ahora que estamos inventando España.
ResponderEliminar