domingo, 27 de mayo de 2007

Impresiones electorales

Venía esta tarde de elecciones en el tren desde Madrid y quiso la casualidad colocar en uno de los asientos de enfrente a una antigua alumna de mi madre, que viajaba conmigo (quizá sea más reverente por mi parte decir que yo viajaba con ella). Esta chica, muy pizpireta, reclamó con entusiasmo que su exprofesora recordara su antigua relación pupilar, a lo que mi madre accedió cordialmente, aunque no estoy seguro de que su reconocimiento fuera suficientemente auténtico. Vaya, que no sé si mi madre se acordaba de verdad de ella, porque no tuve ocasión de preguntárselo, ya que se apeó en Córdoba y yo seguí hasta Sevilla.
Hechas las presentaciones, quiso esta chica poner a mi madre al corriente aceleradamente de toda su vida postescolar, pasada, presente y futura. Entre sus planes futuros se encontraba un próximo matrimonio, con un chico muy adecuado para ella. Y, también para el futuro, esta vez inminente, se encontraba su propósito de hacer lo posible, esa misma tarde, con su voto, para impedr que "los comunistas" siguieran gobernando el Ayuntamiento de Córdoba. Tal era el motivo casi exclusivo de su viaje, ya que ella residía en Madrid. También aseguró que continuaría censada en Córdoba, mientras pudiera seguir aportando su granito de arena a tan loable cruzada anticomunista.
Mientras leía distraidamente el periódico, yo asistía, con algo de curiosidad antropológica, a la peculiar autobiografía de la muchacha, que pasaba de sus estudios en Basilea a la Dirección General de una cadena de hoteles en Francia o al Camino de Santiago en bicicleta, sin solución de continuidad. Pero, tras la contundente declaración, decidí sumergirme profundamente en mi lectura, no sin antes dejar anotadas en mi mente estas reflexiones que ahora transcribo en el blog.
Me pregunto qué habría sentido nuestra muy explícita compañera de asiento si hubiera oído de mi boca que me desplazo 400 Km en AVE (eso sí, en clase turista), con la sóla finalidad de impedir que individuos como Aznar, Rajoy, Acebes y compañía vuelvan a poner sus manos en la cosa pública. Pero la pregunta quedará siempre sin respuesta. Mis convicciones, aunque firmes, no es probable que lleguen a motivar tales excesos viajeros para cumplir con mi fe y mi compromiso democráticos. Pero hay una razón más importante: jamás haría una declaración tan manifiesta e intencionada ante un auditorio tan reducido, como incógnito. Por prudencia y consideración, desde luego, pero no sólo por eso. Y otra razón adicional: conductas como la de esta chica refuerzan mi sospecha ya antigua y reiteradamente confirmada de que quienes así obran son casi siempre del mismo bando. Un bando que se desenvuelve mal en un ambiente democrático y de elecciones libres, que considera que si en el poder no están los suyos es porque lo detentan unos usurpadores, a los que hay que desalojar cuanto antes. Y no tienen empacho en vociferarlo en cualquier parte y por cualquier motivo, ya que tan justas y evidentes son sus razones.
En fin, me dieron ganas de despedirla al bajarse en Córdoba deseándole que ganara el mejor, pero no me dió ocasión. No se dirigió a mi en todo el viaje, a pesar de que viajaba justo enfrente y tampoco lo hizo al apearse. Me despedí de mi madre en la escalerilla del tren y vi como profesora y alumna hacían lo propio en el andén, con un cariñoso abrazo.

Andaba, empero, el vagón revuelto de sensaciones electorales. Al otro lado del pasillo transcurría una animada conversación en la que varios contertulios despellejaban vivo al pobre Monteseirín. Un chico joven trataba de templar apenas las críticas reconociendo que quizá la instalación de los carriles-bici había sido algo apresurada y tratando de explicar que los errores en el giro del tranvía en su llegada a la Plaza Nueva probablemente fueran más imputables al ingeniero que al Alcalde. Pero en vano. Su vecina de asiento no dejaba de proferir jaculatorias en pro de apear al actual alcalde de su sillón, al cual nunca debió encaramarse.
Siempre desde el mismo bando.
Ya en mi pueblo, después de votar, justo a las 8 de la tarde, escucho en el altoparlante de la gasolinera, mientras echo gasolina, que los sondeos a pie de urna revalidan la victoria del PSOE en el municipio de Sevilla. Quizá los electores hayan pensado que nadie en la ciudad ha hecho nada que merezca recordarse desde 1992, hasta que llegó el denostado Monteseirín, aunque mis vecinos de vagón no hayan reparado en ello. Además, siempre pensé que la Romería de El Rocío era un asunto de gente más bien de derechas, o, por mejor decir, una manifestación de rancio folclore andaluz; es decir, traducido electoralmente, algo entre el PP y el PA y eso se paga en días de elecciones. Lo siento por el pobre candidato del PA, cuyo pundonor quizá mereció, personalmente, mejor suerte.

Tuve que hacer una discreta cola para votar en la mesa electoral. Mientras esperaba, observaba la labor de los interventores y apoderados de los partidos, cada uno con carpetas, tarjetas identificativas y otros útiles en los que estaban impresos sus símbolos, escudos y anagramas. En fin, un ambiente tranquilo y sereno de normalidad democrática. Nadie piensa que la presencia de tales símbolos suponga una vulneración de la neutralidad de la mesa electoral. Qué diferente de aquel episodio que un amigo me contó, acaecido en una mesa electoral de las elecciones generales del 14 de marzo de 2004. Andaban aquellos días gobierno y oposición a la greña sobre si los autores del atentado eran galgos o podencos, polémica que envenenó entonces la convivencia ciudadana y aún la envenena hoy. La presencia, en la mesa de un interventor, de un periódico del día que anunciaba en primera página la autoría islamista del atentado fue interpretada por un ciudadano como una inducción a no votar por el Partido Popular.
Siempre desde el mismo bando.
Este ciudadano solicitó y consiguió que los policías que custodiaban la sede electoral obligaran al interventor a retirar de la mesa tan evidente propaganda electoral. ¿Te parece delirante? Pues creéme, aunque yo no lo vi, la persona que me lo contó me inspira toda la confianza. Así estaban las cosas y así siguen. Por cierto, este asunto merecería algún comentario para el que no me siento dotado: la verdad como propaganda electoral negativa.


P.D.: Ya en casa me entero de que el PP ha ganado las elecciones en Córdoba, pero la suma de concejales del PSOE e IU representan un escaño más que los obtenidos por el PP. La chica casi se sale con la suya. Digamos que su viaje no ha sido en vano. Podrá volver a su casa con la agridulce sensación de haber ganado las elecciones, aunque sea una victoria inútil, como inútil fue el combate: los comunistas seguirán rigiendo los destinos de Córdoba, supongo.

6 comentarios:

  1. ¡Que sectario suena lo que escribes! Supongo que la chica no te debió parecer digna de nada, aunque debías estar bastante aburrido para dedicarle tu atención. Una persona que se toma tantas molestias para ejercer su legítimo derecho al voto y que para ello dedica bastante tiempo de un dia festivo y parte de su dinero debió merecer otra opinión. Claro que realmente te molestaría su opción de voto y sus comentarios poco respetuosos con otras tendencias políticas. En fin, si ella hubiera sabido que le habrías dedicado hasta una entrada en tu blog igual se habría preparado un mitin

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  2. Cuando publiques tu nombre te podré contestar

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  3. Señor anónimo, con independencia del posible sectarismo de Muriago, su teoría del "mismo bando" es impecable.Me considero una persona digamos suavemente afin a la defensa de principios que podrían considerarse de izquierdas y, en mi ya larga vida, antes en la dictadura y luego en la democracia, jamás me "he atrevido" a exponer mis ideas ante oyentes desconocidos con la soltura y el tono que las exponen "los del otro bando", el bando del orden, de la decencia, de la moralidad, del patriotismo, de la verdad... EL ORDEN NATURAL.

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  4. Señor/a gordito/a: Serían silenciosos en vida de Franco (persona que cuando tuve uso de razón no existía) Pues anda que no opinan a voz en grito (en cualquier ámbito social) aquellos de tendencias políticas diferentes a la de la señorita del tren (que presupongo feota). Imagino que usted debe ser persona educada y de opiniones políticas suaves y manejables, un poco de andar por las ramas.

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  5. Pues no, que no era feota.
    Curiosa deducción la tuya, anónimo/a. Tú sabrás por qué has deducido eso. ¿Acaso las niñas de derechas han de ser feas? ¿O sólo las de derechas comprometidas? Parece haberte traicionado el subconsciente.

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  6. No has entendido nada Anónimo/a. No se trata de opinar, sino dónde y cómo. Pero, es lógico: probablemente tu serás de los que se creen que no son de ningún bando, una especie de limbo neutro e inmaculado. Es decir, el modo más seguro de ser del mismo bando, el de los de siempre.

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