domingo, 9 de septiembre de 2007

Enfermedades, medicina, religión y prioridades

Voy a escribir sobre un asunto espinoso donde los haya. Y lo hago, a sabiendas de que mis opiniones, probablemente, no serán compartidas por los escasos lectores de este blog. Y lo hago, aprovechando que los protagonistas de la historia de la que hablaré, ni me conocen, ni llegarán a conocer mis opiniones. Entendedlo así. Premeditadamente dejo de lado el indudable sufrimiento personal de los protagonistas, algo que no podría hacer si fueran conocidos
Sin preámbulos, la historia es esta: Un matrimonio de Málaga es informado, en una revisión médica del embarazo de ella, de que la hija que esperan padece la enfermedad conocida como espina bífida. Esta enfermedad somete a quienes la padecen a toda clase de sufrimientos y limitaciones: dificultades urológicas y traumatológicas, retraso cognitivo, parálisis, etc.
Los médicos ofrecieron a la pareja la posibilidad del aborto, alternativa que rechazaron, por razones religiosas. En tal tesitura, la sanidad pública andaluza les planteó someter a la madre y al feto a una intervención prenatal experimental, en el Hospital Virgen del Rocío, de Sevilla, con la finalidad de paliar algunos de los efectos de la enfermedad que padecería la criatura desde su nacimiento. La intervención se ha realizado y la niña ha nacido recientemente, aunque para conocer hasta qué punto la intervención ha disminuido los efectos de la enfermedad habrá que esperar algunos años.
La madre ha dicho en los periódicos que para el buen fin de todo ello se ha encomendado a San José María Escribá de Balaguer. También ha dicho que espera que el conocimiento de su experiencia sirva para reducir la práctica del aborto en España. Debo suponer que lo ha dicho porque ha querido, es decir, que ha sido una declaración libre y voluntaria y no "robada". Por otro lado, el hecho de que los padres hayan expuesto en la plaza pública su experiencia y las motivaciones que la han guiado me legitima para hacer públicas estas opiniones.
Quienes sostienen las posiciones más radicalmente antiabortistas califican, con frecuencia, de asesinos a quienes lo practican e, incluso, a quienes son partidarios de la despenalización del aborto en determinadas condiciones. Lejos de tales planteamientos, soy de los que piensan que la persona que va a nacer y aún no lo es ("nasciturus") merece y requiere una protección, pero eso no significa que la protección del "nasciturus" deba predominar sobre cualquier otra consideración. En especial, para mí tienen más valor, al menos, la vida y la salud de la madre.
No obstante, en el caso que estoy comentando, la cuestión implicada es más compleja. Se trata de decidir entre estas dos alternativas, las dos legítimas, de acuerdo con la ley: dejar nacer a un ser, a sabiendas de que estará condenado a una vida de sufrimiento o impedirlo, interrumpiendo el embarazo.
El enjuiciamiento de estas conductas suele estar teñido de sentimentalismo y prejuicios ideológicos y religiosos. Lo natural y espontáneo suele ser ensalzar a quienes demuestran la generosidad (?) de arrostrar el infortunio, asumiendo el cuidado de por vida del ser enfermo. Sin salir, por el momento, de la esfera moral, me permito reivindicar la conducta de quienes, arrinconando sus convicciones (o prejuicios, cada cual lo ve a su modo), toman la decisión de evitar un sufrimiento irremediable e inútil.
La cuestión se ha complicado desde el momento en que la ciencia médica ha encontrado un remedio parcial, que reduce (no elimina) el sufrimiento de los enfermos de espina bífida.
Esta novedad me introduce en una serie de dudas y preguntas que no sé o no me atrevo a responder y que sólo dejaré indicadas. Aunque, antes de exponerlas, necesito formular determinadas consideraciones que, no por obvias, son menos pertinentes al caso.
En primer lugar, es evidente que, en el estado actual de la ciencia médica, son innumerables las enfermedades que padecen los seres humanos nacidos que no cuentan con un remedio eficaz. En cambio, no puede olvidarse que, desprovisto de motivaciones religiosas, el remedio frente a la espina bífida detectada en el embarazo es conocido, eficaz, fácil y seguro.
En segundo lugar, no es menos evidente que el nivel actual de las prestaciones sociosanitarias públicas en España/Andalucía, siendo de los más altos del mundo, aún no cubre satisfactoriamente determinados ámbitos merecedores de atención. Por citar algunos, me referiré a la atención a la dependencia, la salud bucodental y la atención psicológica.
Dicho esto, me pregunto:
¿Estarán justificadas desde un punto de vista científico y asistencial la investigación y experimentación de las prácticas quirúrgicas para resolver este problema en fase prenatal o estarán teñidas de motivaciones ideológicas y religiosas?
¿Es lógico que se empleen recursos públicos de investigación y experimentación en este asunto, sin que estén despejadas las dudas que plantea la pregunta anterior?
¿Está justificado que la sanidad pública cubra prestaciones fundadas en las convicciones religiosas de los demandantes, ofreciendo la ciencia médica remedios enormemente más simples y baratos? ¿Qué pensaríamos si los testigos de Jehová, para cumplir con sus respetables (?) preceptos, reclamaran costosos tratamientos alternativos a las transfusiones sanguíneas?
En fin, aún estoy esperando que la Conferencia Espicopal, tan puntillosa con los socialistas en temas como el matrimonio entre homosexuales, las clases de religión, la educación para la ciudadanía y tantas otras cosas, exprese su satisfacción y agradecimiento por una política y práctica sanitarias tan confesionales, como se desprende del episodio que acabo de comentar.

2 comentarios:

  1. No sé porqué, pero tu comentario me parece cuando menos radical. ¿Por qué no puedes entender lo dificil que se puede hacer para unos padres decidir abortar? ¿Por qué no puedes apostar a que la vida de esa niña no sea tan dura como puede parecer? Se trata de un proceso sanitario para mejorar la salud física.

    Me da que lo criticas por el trasfondo moral de la decisión, dadas las creencias religiosas de los padres.

    ¿Sabes? Con todas las carencias sanitarias que existen en la sanidad pública de Andalucía, se me hace mucho más duro aceptar que todas las personas que en España desean cambiar de sexo vengan a esa Comunidad Autónoma a operarse. No cuestiono la necesidad de las personas que no aceptan el sexo que la naturaleza les otorgó, pero estas cuestiones debían consensuarse a nivel nacional, para no dar lugar a que unas Comunidades asuman el peso sanitario de todo el Estado en según qué operaciones que afectan a la salud psicológica de las personas.

    También me parece una aberración que España asuma el coste sanitario de todos los ancianos de Europa residentes en nuestro país, que se instalan aquí y gozan de una sanidad pública de la que no disfrutan en los países de los que son nacionales.

    ResponderEliminar
  2. Planteas varias cosas en tu comentario y con algunas estoy de acuerdo. Con otras no.
    Que mi comentario te parezca radical, en principio, no me dice gran cosa. Depende de la acepción que escojas. Si con eso quieres decir que voy a lo fundamental, a la raiz del asunto, estaré de acuerdo. Pero, si consideras que es extremoso o intransigente, no lo estaré.
    Desde que escribí la entrada que ha merecido tu comentario he seguido pensando en el tema y no hago sino reafirmarme en lo que dije.
    Desde mi punto de vista, la clave de la cuestión se encuentra en dos órdenes de consideraciones.
    Por un lado, es necesario responder a la pregunta de si es aceptable que con recursos públicos se financie una investigación clínica y una práctica médica confesionales. Para mi la respuesta es evidente. El caso de los Testigos de Jehová al que me referí me parece suficientemente expresivo. En el fondo, la postura católica contraria al aborto a cualquier trance me merece la misma consideración que la negativa a las transfusiones de sangre de los hijos de Jehová o la prohibición islámica del alcohol o el cerdo. En el fondo, se trata de prescripciones/convicciones basadas en leyendas arcaicas, cuando no en supercherías pseudo-científicas. En tal caso, una sociedad libre y abierta cumple suficientemente con respetar a los individuos que las profesan. Pero ni es aceptable que pretendan imponerlas a quienes no las compartan ni que se exija el fomento de las mismas con dinero público. Nada impide que la sanidad privada se ocupe de ello. ¿O es que la Ley debe obligar a la Clínica de Navarra a practicar abortos a quienes lo soliciten, dentro de los supuestos legales?
    La segunda clave del asunto es más compleja y reconozco que menos tajante, pero más vidriosa. Consiste en responder a la pregunta de si es aceptable moralmente traer al mundo a una criatura, a sabiendas del gravísimo sufrimiento físico y anímico que padecerá toda su vida. Y no creo que se deba apostar a que eso no sea así, como pareces propugnar. No caben esas apuestas. La ciencia médica describe claramente en qué consiste la enfermedad. Y, francamente, provocar ese sufrimiento por unos escrúpulos cuya base científica, lo menos que se puede decir de ella es que es discutible, me parece...bueno, prefiero ahorrarme el calificativo.
    La cuestión de fondo, no cabe duda, se encuentra en el aborto. Y yo lo tengo claro: poner la defensa del "nasciturus", siempre y en todo caso, por encima de la vida de la madre, del futuro sufrimiento del que va a nacer, y de cualquier otra consideración, no me parece humano.
    Respecto a las operaciones de cambio de sexo no puedo sino darte la razón.
    Y, en relación con la asistencia sanitaria a los ciudadanos de otros paises, se trata de un asunto que tiene una fácil solución y que ya está adoptada. Pero hay que vigilar para que se aplique correctamente. Consiste en aplicar la cláusula de reciprocidad y compensar los gastos aplicando los convenios de Seguridad Social.

    ResponderEliminar