domingo, 24 de febrero de 2008

¿Por qué pienso de Burgos lo que pienso?

Me valgo para explicarme del artículo que publica Antonio Burgos en el ABC de hoy. Es evidente que la libertad de expresión ampara manifestaciones como la que nos brinda el "grasioso" prosista sevillano. Pero no nos confundamos. El artículo contiene unas perlas de la ideología más reaccionaria, clasista y, en definitiva, trasnochada que cultiva hoy el conservadurismo español. Se trata de unas ideas que no comparten la mayoría de los españoles y que, sin embargo, siguen siendo proclamadas por determinadas élites político-ideológicas, que, en cualquier otro país europeo, serían clasificadas dentro del más rancio extremismo de derechas. Veamos.
En primer lugar, nuestro hombre acota el terreno que va a pisar, en sintonía con el partido político para el que hace campaña (este artículo no es sino un elemento más de la campaña electoral del Partido Popular). La situación económica es catastrófica, siendo muestra de ello que llenar el depósito de gasolina cueste 1 euro más que la semana pasada y que los juzgados de lo mercantil estén colapsados con las suspensiones de pagos. Lo primero es un dato concluyente, como bien se comprende y, lo segundo, lo dice Burgos. Quién se lo habrá contado y qué entenderá el por colapsar no lo sabemos.
Pero me interesan bastante más sus alusiones franquistas.
José Utrera Molina fue, entre otras cosas, Gobernador Civil y Ministro Secretario General del Movimiento del funesto régimen político que padeció España (que no Antonio Burgos, como puede colegirse) durante cuarenta años. Pues bien, para nuestro articulista lo único que parece merecer esta quintaesencia del fascismo español son su afecto y respeto y la consideración de su habla orteguiana, que no joseantoniana. Pero no queda ahí la cosa. Ya con la careta quitada, este curioso nostálgico parece añorar los pisos sindicales del franquismo (auténticas viviendas sociales), en contraste con las despreciables Viviendas de Protección Oficial (sucias covachas de la democracia, supongo).
El artículo continúa apoteósico. Para Burgos, las ideas que expuso Solbes en el reciente debate con Pizarro no las entiende nadie, pero eso sí, son la charlatananería, el timo, el engañabobos y la mentira con la que se engatusa al "populacho votante, que es el sustrato del «¡Vivan las caenas!» que apoya todos los absolutismos y mayorías absolutas, y al que la libertad le importa un pito"; en definitiva, "las iletradas masas trincantes de pisos del Sindicato, de VPO o de los 400 euros." Esto es lo que piensa Burgos de quienes no piensan como él ni votan a los que piensan como él.
El final contiene una nueva muestra de objetividad de nuestro fino analista político. En la campaña electoral, el PP se está comportando con el caballeresco código de la esgrima, mientras que los del PSOE son "unos tíos que vienen con el cuchillo en la boca, como los piratas en los abordajes, y traen en la mano una navaja para dar puñalás traperas al que se ponga por delante."
Impresionante. Todas estas cosas las dice Burgos con ese irritante tono, entre matón de taberna y gracioso de casino, que tanto le gusta cultivar a determinados columnistas en España. Es la estirpe de los Vizcaino Casas, Jaime Capmany, Alfonso Ussía y demás ralea.
Como dije al principio, estas invectivas que escupen de contínuo estos matones de la pluma están amparadas por la libertad de expresión, qué duda cabe. Pero a mi me resultan despreciables, pues despreciable me parece ensalzar la dictadura de Franco y a sus esbirros, despreciable me resulta sembrar burla y descrédito de la política de vivienda de nuestro país, y más, cuando pretende compararse con la del régimen anterior (lo que, por otro lado, produce hilaridad), despreciable es insultar (populacho, iletrado, trincante, etc.) a quienes no comparten tus ideas, y, despreciable es, en fin, utilizar una columna de un periódico para soltar diatribas y soflamas sectarias al analizar la conducta de los principales partidos que se presentan a las elecciones.
Porque, como dijo mi admirado Fernando Savater, las ideas no son respetables por el mero hecho de ser expresadas. Quienes merecen respeto son las personas, aunque sus ideas, como las de Antonio Burgos, merezcan nuestro más profundo desprecio.

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