domingo, 26 de octubre de 2008

Siempre Lampedusa

“A veces es necesario que algo cambie para que todo siga igual”. Nadie como Giuseppe Tomasi di Lampedusa ha explicado mejor el sentido último de los cambios sociales en la historia de la humanidad.
Las iniciativas que estamos contemplando hoy para abordar la profunda crisis económica hacia la que parece dirigirse el mundo están guiadas por el mismo impulso que percibió el concernido Príncipe de Lampedusa y Duque de Palma di Montechiaro en el fin del Ancien Régime y el advenimiento del contemporáneo mundo capitalista.
A nadie le repugna que un mundo que basa su élan vital en la codicia nunca dejará de ser un patio de monipodio, en el que siempre pagarán el pato los de siempre, mientras los de siempre quedarán a salvo.
Seguimos oyendo, contra toda evidencia, que el libre mercado es una condición de la democracia y de la libertad personal, y viceversa. ¿Pero qué libertad es esa?: libertad para trincar y enriquecerse, aun a costa de que una buena parte de la humanidad, no solo carezca de libertad, sino de dignidad, condición básica del ser humano.
A nadie se le cae la cara de vergüenza al seguir sosteniendo que sin laissez faire, laissez passer no hay prosperidad. Que se lo pregunten a las legiones de parados.
Se sigue condenando la propiedad pública de los grandes medios de producción e intercambio, pero se nacionalizan las pérdidas de las grandes compañías financieras con el dinero de los trabajadores. Y digo trabajadores, porque hoy son los únicos ciudadanos que pagan impuestos personales progresivos. La tributación personal y progresiva para todos es un elemento consustancial a la justicia, sin el cual esta no existe, como ocurre hoy día.
Nadie defiende que el socialismo económico y la democracia política, no solo son racionalmente compatibles, sino que son la única alternativa a la rapiña y a la injusticia social inherentes al capitalismo (aunque se ponga la eventual capa de liberal). Los listillos pondrán el ejemplo de la URSS, de la China maoista, de Cuba, de Corea; porque son eso, listillos. Pero lo he dicho muy claro: socialismo económico y democracia política, plantas a las que nunca se les ha dejado florecer juntas.
De modo que me importa una higa la conferencia del G20, y que inviten a España o no. Como todo lo que estamos viendo estas semanas, será una pantomima más. Un enjuague universal que hará que algo cambie para que todo siga igual.

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