viernes, 30 de enero de 2009

Sueños en el aire

Inclinado sobre la ventanilla disfruto contemplando los perfiles de las islas. Desde la distancia, las olas que rompen en la línea rocosa de la costa parecen un anillo blanco que bordeara el litoral. La vista que contemplo me sugiere el espectáculo de un atlas vivo del archipiélago, de tamaño natural.
Vuelvo a recostarme en el asiento dejando vagar la mente, acunada en los vapores de los dos whiskies que me acabo de tomar, que me envuelven en una placentera atmósfera ingrávida.
Nada me importuna, todo a mi alrededor transmite una extraña sensación de bienestar. El asiento es amplio y me permite estirar las piernas, no me duele la espalda y contemplo hacia adelante una estancia de dos días que presiento placentera, despreocupada y calma.
Reanudo la lectura del libro que me acompaña, cuya acción transcurre en los ambientes bohemios de la “Rive Gauche” a finales de los sesenta, un período y un contexto que me resultan seductores.
Pero no puedo concentrarme. Mi mente juguetea en busca de una fina lluvia que me empape de gratas sensaciones vividas o por descubrir.
En su maniobra de descenso, el aparato hace un extraño y brusco movimiento que me sobresalta. Antes de recobrar la tranquilidad, cuando el avión reanuda su ruta con normalidad, siento intensamente que aquí podría acabar todo. Y no me importa, porque el goce es efímero y la felicidad es inalcanzable…

1 comentario:

  1. Una experiencia, la que narras, que mi herencia genética me impedirá disfrutar durante largo tiempo, si no para siempre...

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