Los jueces y fiscales son seres superiores al común de los mortales; es cosa sabida. En la Ciudad de la Justicia de Málaga, los jueces y fiscales se creen con derecho a que se les reserven, en exclusiva, plazas de aparcamiento, con preferencia sobre los demás funcionarios que trabajan en los juzgados. En cambio, la Consejería de Justicia y Administración Pública de la Junta de Andalucía, que gestiona el edificio judicial, ha impuesto la norma de que el derecho a ocupar las plazas de aparcamiento se ejercerá por orden de llegada. Los jueces y fiscales se han rebelado contra la medida y, arguyendo motivos de seguridad, han utilizado a la Guardia Civil para violentar una orden del poder legítimo que administra el edificio y reservarse las plazas de aparcamiento en exclusiva. Ayer, la Guardia Civil acotó un número de plazas de aparcamiento para uso exclusivo de jueces y fiscales. Pues bien, ¿sabes qué pasó? A las 9 y media de la mañana, de las 60 plazas reservadas, sólo se habían ocupado 11.
De modo que todo el asunto de la seguridad era una pamema. La cuestión es que son unos vagos. A las 9 y media de la mañana sólo estaba trabajando el 18 por ciento de la plantilla.
Y luego dicen que la justicia es lenta.
De todos modos, a veces vale más que ni trabajen, como la famosa jueza de Úbeda de la que gracias al benévolo y corporativo CGPJ no nos libraremos dentro de un año. Y no te digo cuando llegue a trabajar un probo juez de Málaga después de gastar 15 o 20 minutos dando vueltas para buscar plaza de aparcamiento (como hacemos el común de los mortales). Pobre del que le toque juicio con él.
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