viernes, 19 de febrero de 2010

Els Joglars. 2036 Omena-G




Anoche vi en el Teatro Lope de Vega la última función de Els Joglars, “2036 Omena-G”.
El ingenio de Boadella no ha decaído. Es una obra divertida, ácida, inconformista, aunque desencantada. Los actores de Els Joglars reciben, en el año 2036, con motivo del 75º aniversario de la compañía, un homenaje patrocinado por la entidad “La Cacha”, cuyo nombre y anagrama remiten a “La Caixa”. Los actores viven en una especie de extraña residencia de ancianos, “El Ogar del Artista”, compuesta de numerosas chabolas cochambrosas.
Hay varias escenas francamente hilarantes a lo largo de la obra. La Sala de Televisión de “El Ogar del Artista”, Ramón Fontseré poniéndose el pijama, el mismo Fontseré jugando con el aparato de electroshock, la conspiración de los ancianos progres, todos ellos con nombres alusivos (Loles Leona, Maruja Torreón, Juán Luis Confrián, o algo así…).
La representación no decae en ningún momento. Es una obra lograda, que mantiene al espectador atento e interesado en su asiento sin ningún desfallecimiento. La atmósfera de la obra desprende sin cesar un cierto aire de derrota y desencanto, no exento de lucidez.
Boadella intenta que los espectadores españoles de centro-izquierda o de izquierda se sientan incómodos, con alusiones sarcásticas a personajes de ese lado del espectro, como Iñaki Gabilondo, Maruja Torres, Juan Luis Cebrián o Zapatero. O con referencias a cuestiones de actualidad con un sesgo parecido, como cuando llaman facha al anciano al que le gustan las corridas de toros. O las referencias a este país que “era” España o al idioma. Una de las actrices repite varias veces que ella habla en castellano antiguo. En este sentido, destaca también en la obra el símbolo que representan dos personajes, los únicos jóvenes del elenco, que hacen de cuidadores de la residencia y presentadores del acto de homenaje. Estos personajes hablan una extraña lengua que es una mezcla de inglés y de español mal construido y mal pronunciado. Se trata de una crítica evidente a la invasión del inglés, pero he querido ver también una carga de profundidad contra el descuido del castellano en Cataluña, aunque quizá son imaginaciones mías
El final es imaginativo. Apenas una concesión al sentimentalismo. Se aplica a cada personaje un artefacto que detecta la gran frustración de su vida y se les da a cada uno la oportunidad de satisfacer ese deseo incumplido en el momento postrero. Molière oficia la solemne ceremonia de la muerte de los actores que, como el dramaturgo francés, mueren en el escenario, con las botas puestas.

2 comentarios:

  1. Hola muriago, te has mudado y habías cerrado la puerta sin darte cuenta, menos mal que el pomo se puede abrir ¿eh?.
    La obra es divertida y amarga, y como siempre buscando la provocación.¿Qué me dices del Museo Federal Reina Leticia?.
    El día que yo fui un espectador acabó lanzando gritos de protesta, supongo que esto a Boadella no le importa, en definitiva es lo que busca.
    En fin yo me reí porque a pesar de la dureza con que presenta muchos temas vence la imaginación y la magnífica interpretación de todos los actores

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  2. Así es, Factory. El teatro que merezca tal nombre debe ser provocativo. En este caso, el ingenio y la inteligencia de Boadella convierten la provocación en un placer.

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