sábado, 5 de junio de 2010

Pirotecnia asesina

El otro día murieron en un pueblo de Sevilla 5 trabajadores de una fábrica de pirotecnia. Ha sido un gravísimo accidente de trabajo, pero nadie parece percibir que se trata de un accidente inevitable, mientras sigan existiendo esa clase de actividades.

Cuando mueren trabajadores en una obra o en un astillero sólo nos preguntamos si en el tajo se cumplían las normas de seguridad y salud laboral, pero no es necesario cuestionarse la actividad. La edificación o la construcción naval son actividades necesarias socialmente y debemos gestionarlas con los menores riesgos posibles.

En cambio, resulta inaudito que, ni ante cinco muertes, nadie se pregunte qué necesidad social hay de mantener un número indeterminado de polvorines repartidos por ahí, con la excusa de fabricar o almacenar toda clase de artefactos explosivos de uso in-civil.

La afición a los petardos y a la pólvora en general es un rasgo más de embrutecimiento social. Sí, y me da igual lo que opinen los valencianos. De modo que debería prohibirse la fabricación y el comercio de esa clase de artefactos. Los familiares de los muertos del otro día lo habrían agradecido.

Lo sentiría por mi amigo Pablo, que lanza cohetes todas las nocheviejas delante de mi casa.

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