viernes, 30 de septiembre de 2011

A mí no me ha ofendido Artur Mas

Esto ha dicho Artur Mas en un debate en el Parlamento catalán:
"Estos niños y niñas sacrificados bajo el durísimo yugo de la inmersión lingüística en catalán sacan las mismas notas de castellano que los niños y niñas de Salamanca, de Valladolid, de Burgos y de Soria; y no le hablo ya de Sevilla, de Málaga, de Coruña, etcétera, porque allí hablan el castellano, efectivamente, pero a veces a algunos no se les entiende."
Enseguida, los indignados de guardia han puesto el grito en el cielo, calificando las declaraciones de Mas como una grave ofensa a Andalucía. No me constan las reacciones en Galicia. Ni en Málaga. Quizá en esos sitios no tienen la piel tan fina como en Sevilla.
Es una pena que Artur Mas no haya aprovechado la ocasión para callarse y no darle una baza tan fácil a la carcundia sevillana para dar rienda suelta a su anticatalanismo apenas reprimido. En este caso, el portavoz del PSOE en el Ayuntamiento de Sevilla no ha querido ser menos y ha unido su voz a la de la caverna para censurar la indelicadeza del Presidente catalán.
Parece necesario contemplar las cosas por encima de este ruido ambiental. El castellano se habla de maneras muy distintas en las diferentes áreas geográficas. Hay diferentes acentos, tanto en España, como en las repúblicas hispanoamericanas, algunos de los cuales son tan cerrados que resultan difíciles de entender para un hablante español común. Probablemente habrás podido comprobar cómo los diez primeros minutos de una película argentina son incomprensibles, hasta que logras acostumbrarte al acento; tampoco es fácil para un no gallego entender el castellano de algunos gallegohablantes; y no me negarás que, en ocasiones, el castellano de personas con baja instrucción resulta difícil de entender, en cualquier zona de España.
Cuando hablamos de habla andaluza o de acento andaluz nos estamos refiriendo a muchas cosas muy distintas unas de otras y a grados diferentes de intensidad. Un ligero seseo, acompañado de una leve aspiración de las haches y de una apenas perceptible supresión de las eses al final de las palabras constituye un habla elegante, emparentada con los acentos de Hispanoamérica y de las Islas Canarias y resulta perfectamente comprensible para un hablante castellano común. Pero hay otras particularidades fonéticas, rítmicas y melódicas que caracterizan el habla de algunas comarcas y ciudades de Andalucía, que convierten el castellano hablado en dichas comarcas y ciudades en algo difícilmente comprensible para muchos castellanohablantes. Y, lamentablemente, este grado de dificultad en la comprensión, frecuentemente, está en relación inversa con el nivel de instrucción del hablante.
Esto lo han captado perfectamente el Alcalde de Sevilla y el Portavoz del PSOE en el Ayuntamiento, al sentirse ofendidos o menospreciados por las declaraciones del Presidente de la Generalidad. Si el hecho de que a algunos andaluces no los entiendan bien en otras zonas de España (hecho indiscutible, nos guste o no) fuera un motivo de orgullo, las declaraciones de Mas habrían provocado un comentario de irónica suficiencia. Pero el Alcalde y el Portavoz, al ofenderse, han demostrado sentirse como las folclóricas de antaño, que intentaban camuflar su acento sin conseguirlo, porque un andaluz vergonzante asomaba irremediablemente a cada paso en su plática, para mofa de sus oyentes y escarnio de lo andaluz en general.
A mí no me ha ofendido Mas en absoluto. Entre otras cosas, porque es un esfuerzo inútil sentirse ofendido por la verdad. A mi me ha parecido falto de delicadeza, pero, al señalar con el dedo como lo ha hecho, tú puedes elegir entre mirar al dedo o fijarte en el lugar que señala. Y no me gusta insistir en esto, porque es un aspecto de mi tierra del que no me siento orgulloso. Pero tú sabes tan bien como yo que si a algunos andaluces no los entienden por ahí es porque tienen un acento tan cerrado que convierte su castellano en un habla muy burda y que este fenómeno se agrava conforme disminuye el nivel de instrucción de los hablantes. Y esto no es algo de lo que debamos sentirnos orgullosos y mucho menos que debamos fomentarlo. Por el contrario, debemos tratar de corregirlo a base de instrucción.

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