martes, 8 de noviembre de 2011

Píldoras del debate

1. Una victoria impaciente.
He escuchado varias emisoras de radio esta mañana y he leído las ediciones digitales de varios periódicos y prácticamente todas y todos dan a Rajoy como claro vencedor del debate. Las razones en las que se funda esa opinión van desde “porque sí”, hasta el resultado de “encuestas” en las que los azarosos lectores de las respectivas páginas web expresaban su opinión. Como se ve, periodismo serio del bueno. Yo contemplé el debate “de pe a pa” y debo decirte que esa opinión tan abrumadora es puro “wishful thinking”, pensamiento ilusorio, confusión de los deseos con la realidad.
Esto no es sino una muestra más de cómo la derecha domina la inmensa mayoría de los medios de comunicación en España. Y de lo impaciente que es esa derecha, lo que no es una buena disposición para aguardar el resultado electoral. Por cierto, no sé qué hace El País unido al pelotón de los impacientes. ¿Se está recolocando al abrigo de los nuevos tiempos? ¿Ya no se acuerda que la vez anterior el PP quiso eliminarlo, usando para ello el Presupuesto del Estado, el poder legislativo y hasta el poder judicial?
2. La burbuja del ladrillo.
Rubalcaba acusó al PP, con toda razón, de haber creado la burbuja del ladrillo, con su Ley del Suelo del 98 (todo el territorio nacional es urbanizable), sus desgravaciones fiscales, etc. y esbozó una autocrítica al decir que ellos tardaron mucho en pinchar la burbuja. Como si la hubieran pinchado ellos, que no hicieron otra cosa que alentarla y engordarla, como la alentamos y la engordamos todos. Ese es el pecado que estamos expiando hoy en forma de 5 millones de parados. Y el globo explotó solo, como el de un niño que sopla y sopla.
La respuesta de Rajoy fue falaz. Lo más falaz del debate, puesto que afecta a la causa más importante de nuestros males en estos momentos. Pretendió endosar al PSOE el engorde de la burbuja, en base a que en los años 2004, 2005 y 2006 se iniciaron en España tantas viviendas como en Alemania, Francia y Gran Bretaña juntas. No hace falta ser un experto en temas inmobiliarios para darse cuenta de que la génesis de todas esas viviendas se produjo mucho antes, bajo un gobierno del PP.
Esto es importante porque, como demuestran el programa del PP y Rajoy anoche, la derecha en España no ha aprendido de los destrozos de todo tipo que ha provocado su política de insuflar tales dosis de ideología liberal ultramontana a un asunto tan delicado, tan complejo y socialmente tan sensible como la ordenación del territorio y la vivienda.
3. La organización territorial del Estado.
Inexplicablemente, debieron pactar no hablar de ello. Y no se entiende cómo Rajoy desaprovechó la ocasión de atizarle fuerte a su contrincante, con razón. Y digo con razón, ya que ha sido el PSOE, con su empeño en abrir el innecesario melón de la reforma de los estatutos y Zapatero con su inepta e irresponsable política territorial, los que han alimentado una hoguera en la que podemos acabar todos achicharrados. Este asunto plantea gravísimos desafíos en un futuro próximo para España, en forma de proyectos de secesión en Cataluña y las Provincias Vascongadas. Estos desafíos afectan a la propia existencia de España como país y, lo que es más grave, a la convivencia pacífica entre españoles. Recuerda Los Balcanes, para hacerte una idea de hasta dónde puede llegar el jueguecito de las secesiones.
4. Activos tóxicos.
Rubalcaba sacó a relucir un pasaje del programa del PP, del que él deducía que podía dar a entender que el PP propone que el Estado se haga cargo de los activos tóxicos de los bancos, relacionados con el sector inmobiliario. O sea, los bienes raíces embargados (sobre todo suelos) a promotores inmobiliarios codiciosos (perdóname la redundancia). Rajoy se defendió diciendo que era el PSOE el único que había dado dinero a los bancos, lo cual a mí no me produjo sino inquietud.
5. El impuesto sobre las grandes fortunas.
Rubalcaba propuso en el debate implantar un impuesto sobre las grandes fortunas. Rajoy trató esta propuesta con un cierto sarcasmo, recordándole a Rubalcaba que ellos habían suprimido el Impuesto sobre el Patrimonio, verdad incontestable, y vergonzosa, para un partido dizque de izquierdas.
Pero no creerás que el sarcasmo de Rajoy esconde un lamento por la desaparición del último vestigio de justicia fiscal en España. Qué le importará la justicia fiscal a una derecha que quebró la espina dorsal del sistema, cuando excluyó a las rentas del capital de la progresividad en el Impuesto sobre la Renta. Una ignominia que recordarán los libros de historia. El sarcasmo de Rajoy solo esconde una política fiscal indecente, que no se atreve a gravar las fuentes de renta y riqueza allí donde están y que se acomoda al fácil expediente de que sigan siendo los asalariados, los trabajadores, los que soporten con sus impuestos sobre el salario la inmensa mayoría de las cargas públicas.

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