viernes, 13 de abril de 2012

Alemania nos conduce a la miseria


Esto que puedes leer más abajo es un Editorial de The New York Times de hoy, que sostiene, como muchos pensamos, que la política económica que nos está imponiendo Alemania nos lleva a la miseria y a la ruina. Envíaselo a todos tus contactos. A lo mejor, con suerte, acaba llegando al despacho de Angela Merkel.
Aquí puedes leer el original. Lo de abajo es una traducción casera, de la que soy el único responsable.


"Una sobredosis de dolor para España

España podría ser la próxima economía europea derribada por la mala gestión de la crisis de la zona euro liderada por Alemania. Pero no tiene por qué ser así. Aunque seguramente así será, a menos que la canciller Angela Merkel y sus aliados políticos dentro y fuera de Alemania reconozcan que ningún país puede pagar sus deudas asfixiando su crecimiento económico.
La austeridad como solución única para todos los casos prescrita por la Sra. Merkel no funciona en cualquier lugar. Después de semanas de calma engañosa, y a pesar de las inyecciones de grandes cantidades de liquidez por parte del Banco Central Europeo, los países están recayendo en la recesión, el desempleo está subiendo y las previsiones de déficit están empeorando. Los mercados de deuda están especialmente nerviosos con España e Italia, dos de las mayores economías de Europa.
España ya está sacudida por una tasa de desempleo propia de una depresión, a un nivel de casi el 25 por ciento (y casi el 50 por ciento para las personas entre 16 y 24 años). Pero alcanzará niveles más altos de miseria con el presupuesto de austeridad que el Presidente del Gobierno Mariano Rajoy dio a conocer a finales de marzo, después de que la Unión Europea rechazara sus peticiones de una mayor flexibilidad fiscal, en vista del empeoramiento de la recesión.
El Presupuesto del señor Rajoy se supone que recortará el déficit desde un 8,5 por ciento del producto interior bruto del año pasado, hasta el 5,3 por ciento este año y luego un 3,0 por ciento en 2013. Los objetivos son probablemente inalcanzables, aunque Rajoy mantenga rigurosamente su duro presupuesto. Las estimaciones oficiales más optimistas pronostican que la economía se contraerá casi un 2 por ciento este año. Y cuanto más se contraiga el PIB de España mayor será la caída de los ingresos, lo que exigirá recortes presupuestarios aún mayores. Se trata de un ciclo destructivo, siempre hacia abajo.
Cada una de las economías en dificultades de Europa tiene problemas diferentes, pidiendo remedios diferentes. España, por ejemplo, tiene uno de los niveles de deuda pública más bajos de Europa. Pero tiene que reducir su deuda privada, muy perjudicada al estallar la burbuja inmobiliaria, obligando a sus débiles bancos a pedir el apoyo del gobierno. Eso aumentó el déficit a niveles que no se pueden sostener indefinidamente. Sin embargo, intentar acabar con ello con demasiada rapidez en tiempos difíciles podría ser contraproducente. Así lo reconoció el señor Rajoy cuando, ante las sombrías previsiones económicas, pidió un objetivo más realista del 5,8 por ciento del PIB en 2012, en lugar del previamente acordado del 4,4 por ciento.
En lugar de acceder a su sensata petición, los ministros de finanzas europeos impusieron un nuevo objetivo del 5,3 por ciento. Los mercados de deuda se dieron cuenta en seguida de que es poco probable que España logre ese objetivo. Así, los prestamistas hicieron subir los tipos de interés de la deuda española, haciendo que el objetivo sea aun más difícil de alcanzar.
Para conseguir el objetivo de déficit, el señor Rajoy ha planteado una serie de malas propuestas, como recortar la inversión pública necesaria para mejorar la competitividad económica y la capacitación de los trabajadores y los fondos necesarios para impulsar las reformas del mercado laboral. Rajoy ha propuesto una segunda tanda de recortes destinados a la enseñanza y los servicios de salud. Perjudicar a la fuerza de trabajo de mañana para pagar la burbuja inmobiliaria de ayer no tiene sentido económico.
Estos perjudiciales recortes podrían haber sido menos graves si la Unión Europea hubiera escuchado la súplica del señor Rajoy para lograr una mayor flexibilidad presupuestaria a corto plazo. Y podrían ser evitados si la señora Merkel y sus errados socios reconocieran finalmente que la restauración de la competitividad económica del debilitado sur de Europa requiere más inversión en reforma y crecimiento y menos obsesión centrada en la aritmética del déficit a corto plazo."

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