martes, 29 de enero de 2013

Como monos de feria

No tengo una opinión suficientemente fundada sobre el asunto que se enjuicia estos días en Madrid, llamado Operación Puerto, en el que están acusados el médico Eufemiano Fuentes y varios directores de equipos ciclistas, por un asunto de dopaje a ciclistas y otros deportistas. A menos que tener tantas y tan profundas dudas como las que yo tengo sobre el ‘doping’ en el deporte y su persecución se considere tener una opinión sobre ello.


Siempre me ha parecido difícil establecer qué es ‘doping’ y qué no lo es. Tampoco creo que tenga sentido que la sociedad establezca un reproche penal a quien se dope o ayude a otro a doparse. Y para qué hablar de lo inútil que puede resultar perseguir el ‘doping’ con denuedo, ya que la obtención de sustancias que lo enmascaran suele correr más deprisa que los tests ‘antidoping’.
Tengo la impresión, aunque no soy un experto, de que una persona que realice sobreesfuerzos físicos constantes en un programa de entrenamiento típico del deporte profesional de alta competición puede poner en peligro su vida, supongo que incluso más que dopándose. Y qué decir de las propias competiciones. Una etapa de Los Alpes en el Tour de Francia o una maratón, supongo que son más peligrosas para la salud que las transfusiones de sangre que hace o hacía Eufemiano Fuentes.
En mi opinión, cada uno puede hacer con su cuerpo lo que le plazca, siempre que lo haga libremente. Y las federaciones deportivas pueden controlar el ‘doping’, si consideran que falsea la competición, siendo conscientes de las limitaciones de este empeño. Pero, lo que no me parece razonable es que el dispositivo punitivo del Estado se enfangue en este asunto al que nadie ha debido llamarle y donde no debió meter las narices, porque sólo puede salir trasquilado, ocasionando otra erosión más a la Justicia.
 

Viene todo esto a cuento del asunto del que quería hablar hoy. Se trata de una información que han publicado algunos medios, relativa al primer día del juicio al que me refería al principio. Si son ciertas esas informaciones y cuesta creer que lo sean, pese a la evidencia de la foto, la Juez que preside este juicio, de nombre Julia Patricia Santamaría, ordenó a los acusados al final de la primera sesión que se pusieran de pie, para que pudieran ser fotografiados por los reporteros gráficos presentes en la sala. Como “monos de feria”, como acertadamente dijo sentirse tratada Yolanda Fuentes, una de los acusados. “La prensa tiene que hacer su trabajo”, dijo la juez, como única y boba justificación de tamaña falta de consideración a la dignidad de unos ciudadanos que, aun acusados, también la merecen.
El ciudadano corriente de la calle tiene la sensación de que caer, bajo cualquier condición, incluso la de mero testigo, en las fauces de una de estas dos instituciones, la Justicia o los medios de comunicación, es de las cosas menos recomendables que te pueden ocurrir en la vida.
En mi opinión, esto no es sino un síntoma más de una sociedad enferma.

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