domingo, 5 de octubre de 2008

Un impuesto sobre las grandes fortunas

Los estados están interviniendo a mansalva para rescatar de la ruína a este capitalismo de rapiña (valga la redundancia). Las cifras del gasto público que se manejan son mareantes, se pierde uno en ellas, como en las distancias siderales. Y cabe preguntarse, como dicen que se preguntó Josep Pla ante el refulgente alumbrado de la ciudad de Nueva York: "¿quién paga todo esto?".
La respuesta ya te la puedes imaginar. Lo pagaremos los de siempre.
En España, el Gobierno aún no ha tenido que acudir en auxilio de bancos y otras entidades financieras, pero la explosión de la burbuja inmobiliaria está causando los primeros efectos sobre el déficit público, en forma de incremento exponencial del subsidio de desempleo, primeros vidrios rotos de la crisis.
Pienso que los daños de la crisis deben repararlos quienes los han ocasionado. Y no como castigo, sino como compensación de las fabulosas ganancias que han amasado en los años previos al derrumbe, merced a las desorbitadas plusvalías inmobiliarias.
Por eso, la financiación de los efectos de la crisis debiera hacerse mediante el establecimiento de un Impuesto progresivo sobre las grandes fortunas. Así devolverían a la sociedad una parte de lo que tan injustamente se han apropiado.
¡Vaya! Olvidé que ahora bajar impuestos era de izquierdas. Entonces, subirlos, ¿será de derechas? No me importa arrostrar ese baldón. Que los que se han beneficiado con las marrullerías financieras y con la locura del ladrillo paguen sus efectos es la única medida constitucionalmente adecuada y moralmente decente que puede adoptarse.
Parafraseando a Juan José Millás, no subir los impuestos (progresivos) en estos momentos no es de izquierdas, ni de derechas, es de necios.

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