domingo, 25 de octubre de 2009

Querida hija:

Ayer vi a Laura. Esperaba el autobús sentada en la marquesina de la parada de la glorieta de la Alquería. Mientras giraba con el coche en la glorieta pensé en los días en que yo te llevaba hasta allí para que tomaras el autobús. Poco después vi la moto de Melissa en la puerta de la casa de Belén, como tantas veces en que salíais juntas. La tarde era ya sólo un suspiro que se ocultaba tras las violentas luces anaranjadas del crepúsculo. A esas horas, cuando la noche cae inexorable, el ánimo tiende a encogerse y si alguna razón hay para la tristeza es fácil que te invada la melancolía, que a veces es dulce, pero otras es amarga. Qué diferente se ve la vida cuando la contemplas desde una luminosa mañana, ¿verdad, hija? Yo sé que me entiendes, que tus 16 años (¡ya casi 17!) son suficientes para que conozcas esas trampas del alma.

Ahora que llevas un mes en Oregon y estás bien establecida puedo contarte algunas cosas que no te he contado.

La angustia con la que vivimos tu viaje, la pérdida del pasaporte y de la tarjeta de embarque en el trasbordo de Filadelfia. Qué alivio sentimos cuando supimos que estabas ya en Portland. Y no sólo alivio, Elena, sino un justificado orgullo de padres, al ver a nuestra hija sorteando con éxito los imprevistos obstáculos que la vida le había puesto al paso.

Tampoco te he contado cómo sentí tu marcha los primeros días. No me permití contarte cómo me afligía caer en la cuenta de lo lejos que estabas y del tiempo que faltaba hasta que volviéramos a vernos. Pensé que eso haría aún más dura tu adaptación a tu nuevo mundo, en el que has de vivir en los próximos meses. ¿Te he dicho que me afligía, verdad? Bueno, dejémonos de eufemismos. Si fuera más sincero te diría que pasé unos días llorando por las esquinas, pero, bien pensado, será mejor que siga diciendo que me sentí afligido, es más caritativo. Hay tantas cosas que me traen tu recuerdo, "Copi". Pero, sobre todo, cuando veo la puerta de tu cuarto abierta, al pasar por el pasillo. Cuánto daría por verte reclinada sobre el ordenador, o por oír esa señal irritante, que suena cada vez que te entra un mensaje del dichoso "messenger".

Pero los días van pasando y tú no has dejado de darnos muestras de lo acertado de nuestra decisión, tomada conjuntamente contigo, de mandarte a estudiar un año a los Estados Unidos.

No sé si es una sorpresa para nosotros percibir lo bien que estás adaptándote a tu nueva vida. No es que no confiáramos en ti, pero pensábamos que las circunstancias podían haber sido más difíciles o más hostiles. A pesar de vivir en un lugar un tanto aislado y en una casa no demasiado confortable, te vemos muy bien de ánimo y muy consciente de los resultados que debes obtener de tu estancia en Norteamérica.

Me alegro de que tus relaciones con tu familia de acogida sean tan cálidas como parecen. Supongo que ahí reside una parte importante de tu bienestar. Cuídalas, Elena. Valora la importancia de que dos personas acojan en su casa a una desconocida y la traten con cariño y familiaridad. Yo sé que tú lo sabes, pero no lo olvides ni cuando te irrite alguna cortapisa que te pongan o cualquier otra cosa que te contraríe.

Por otro lado, creo que estás haciendo lo que puedes por trabar relación con el mayor número de personas posible. ¿Cómo se dice eso en inglés, "encalomation"? Pues eso. Será lo mejor para tu distracción; y para tu aprendizaje del inglés, claro.

Me da pena que no practiques ningún deporte. Cuando te dije que cuidaras tu rodilla no me refería a eso. ¿Sabes que Madrid ha perdido, frente a Rio de Janeiro, la posibilidad de organizar los próximos Juegos Olímpicos? ¿No habrá tenido algo que ver en eso tu abulia deportiva? Los demás paises habrán pensado que si los españoles no hacen deporte, para qué quieren unos Juegos Olímpicos. Está bien tu idea de andar un poco todos los días. No sé si lo sigues practicando. Y el baile. Y déjame que te vuelva a dar la murga con esto. No debes cerrarte a bailar en público si te lo piden, por muy mal que creas hacerlo. Aprender a comportarse con desenvoltura en público es algo importante y útil en la vida. Los americanos en eso, como en tantas cosas, nos llevan ventaja. Tienen un sentido del ridículo muy diferente al nuestro, que es casi enfermizo. Y eso seguro que lo aprenden en la escuela. En tu vida, es probable que te encuentres con ocasiones en las que tengas que hablar en público. Y, si no estás educada para ello, lo pasarás mal. Te lo digo yo, que, a mi edad, me sigue pasando.

Me ha impresionado lo que me has contado de tu compañera de clases de español. Eso forma parte también de tu aprendizaje. Tú ya sabes, no hacía falta que viajaras a los Estados Unidos para darte cuenta, que el mundo no es la burbuja apacible y segura en la que has vivido hasta ahora. Una chica de tu edad recibe tal cantidad de información por televisión, internet, amigos, etc., que ya conoce todos los dramas y calamidades que padecen los seres humanos, por sórdidos o desagradables que aquéllos sean. Pero no es lo mismo ver tan de cerca a una víctima de las adicciones y de la violencia, ¿verdad? Nada puedo decirte. Sólo que la escuches y la aconsejes. Aunque no te haga caso, tendrá el calor de tu compañía.

Aprovecha los viajes. Aprende a disfrutar de la naturaleza y de las ciudades y, sobre todo, de la diversidad. Eso es lo que hace atractivos y emocionantes (exciting, ¿no?) los viajes: conocer gentes y lugares distintos y diferentes a nosotros y a nuestro mundo conocido. No busques siempre la belleza o el esplendor cuando viajes. A veces lo decadente e incluso lo feo nos dejan más huella. Descubrirás que es más enriquecedor un mercadillo, un parque o un barrio típico, que un gran centro comercial o el moderno barrio comercial y de negocios de una gran ciudad. En aquéllos encontrarás lo diverso, en estos, por lo general, lo que nos uniformiza.

He estado viendo por internet cosas de Seattle, donde me has dicho que ibas hoy. Me han dado ganas de visitarla, así que fíjate bien en todo lo que veas, porque, como ya sabes, si podemos ir a verte, seguramente será por allí.

He leído que la ciudad está ubicada en medio de uno de los paisajes más bellos de los Estados Unidos y que el clima es sorprendentemente templado, incluso en invierno, para la latitud norte en la que se encuentra. Tiene muchas cosas interesantes, tanto la propia ciudad, como los alrededores. Tienes que preguntarles a Karen y a Tom por Vancouver, la ciudad de Canadá más próxima a Seattle. Sólo necesito un poco para animarme y sacar los billetes para ir a verte en Navidad.

Bueno Elena, tú dirás que a qué viene este sermón y además hecho público en el blog. Bueno, lo de hecho público es un decir, porque no lo lee casi nadie. No hay ninguna razón, sólo me hacía ilusión. Nuestras charlas por el Skype, nuestros sms, nuestros correos electrónicos, probablemente se perderán y esto, salvo catástrofe cibernética (no descartable), se conservará. Cuando pase el tiempo nos servirá para recordar estos días.

¿Recuerdas el primer mensaje que me enviaste al llegar? "Me quiero volver", decías en aquél que parece lejano 2 ó 3 de septiembre. En muy poco tiempo, poquísimo tiempo, superaste aquel estado de ánimo tan negativo. ¿Recuerdas cómo se te vino el mundo encima cuando Karen te prohibió subirte a los coches conducidos por tus amigas menores de edad? Pensaste que ya no podrías más salir los fines de semana y buscaste estrategias para salir de ese atolladero con éxito. Eso es la vida, aprendizaje y superación. Tan importante como aprender inglés, algo ésto último que no debes descuidar, no hace falta que te lo diga.

Cuando quise conocer porqué te zafabas del "acoso" de los mejicanos de tu colegio, me alegró mucho saber que lo hacías por no verte sumergida en un ambiente castellanohablante. Bueno, ya sé que también te incomodaba verte rodeada de niñas que te llegaban poco más arriba de la cintura, pero de eso tú no tienes la culpa y, además, queda entre nosotros; es un asunto que puede resultar equívoco para quien no te conozca.

Los días que estás viviendo, Elena, no te permiten seguramente percibir la importancia que tendrán en tu vida, en tu formación y desarrollo personal. Yo estoy convencido de ello, por eso aposté desde el principio por facilitar tu deseo de estudiar un año en Estados Unidos. Ahora que estás tan lejos y no puedo disfrutar de tu compañía, esa es la razón que me sirve de consuelo: saber que hicimos lo correcto para tu educación.

En fin, hija, ya que sabes lo que te echo de menos, si no lo sabías ya, comprenderás lo que me gusta que me sigas contando, como hasta ahora, todas tus vivencias importantes de estos meses. No te sustituye, pero ayuda a que, de algún modo, te hagas presente. Y déjame que siga sermoneándote de vez en cuando. A fin de cuentas, puedo ser tu padre.

Un beso y un abrazo muy fuertes.

3 comentarios:

  1. Que cuqui eres, tres personas y cuatro conmigo lo han leido, asique ya es público. Aquí tus anonimos no te discuten, que cuquis no? Jo papi he llorado cuando la he leido, aunque me ha hecho gracia lo de la moto de meli ya que se la han robado y supongo que lo has escrito porque la verías hace tiempo ¿no?. Espero que me sigas echando de menos porque pienso que cuando llegue va a ser como cuando mama y tu llegais de un viaje, que como estoy acostumbrada a estar sola en casa me enfado con vosotros por nada, pero supongo que el abuelo sabe como sustituirme jejeje. He llorado no porque yo esté triste, sino porque me da pena que me eches de menos con lo grande y gordito que eres. jeje. Papi te quiero.

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  2. Pues ya somos cinco. Da gusto cómo todavía existe gente (por suerte, bastante) para quien la familia y las relaciones entre los miembros de la familia siguen siendo importantes. También me gusta ver a un padre educando... y no hace falta cinturón, ni castigos, generalmente. Enhorambuena a ambos.

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  3. Escribiste esto cuando llevaba un mes, y ya llevo casi cinco. En 122 dias estoy en España otra vez.

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