sábado, 16 de octubre de 2010

El Schindler español

Hace unos días he leído el libro de Antonio Muñoz Molina, “Sefarad”, un conjunto de historias, cuyo hilo conductor es la marginación y persecución que sufren los personajes, muchos de ellos reales y otros quizá inventados.
Una de las historias más sugerentes es la del señor Salama. Salama es un judío, de origen sefardí, que en los años ochenta del Siglo XX dirigía el Ateneo Español en Tánger, donde lo conoció el escritor. La novela nos cuenta la historia de este hombre, que logró huir, junto con su padre, del terror nazi en Budapest, su ciudad, gracias a las gestiones del entonces encargado de negocios de la embajada del régimen de Franco en Hungría, el diplomático Ángel Sanz Briz. El resto de su familia, madre, hermanas, tíos, primos, etc., murió en campos de exterminio.

Angel_Sanz_BrizÁngel Sanz Briz
Muñoz Molina cuenta cómo este diplomático libró de la muerte segura a miles de judíos, protegiéndolos en la legación española y en otros edificios e inventándose identidades, documentos y parentescos relacionados con España, que sirvieron de salvoconducto a aquellos desdichados para huir del infierno. Estas gestiones las realizó el embajador por su propia cuenta y riesgo, empleando su propio dinero y el de la Embajada y sin permiso de su gobierno, aunque sin una desautorización expresa. Era sabido que el régimen de Franco había ayudado a salvarse a un cierto número de judíos en la época nazi, pero hasta ahora yo no había conocido una historia tan concreta, que bien merecería calificarse como la del Schindler español. Si hacemos caso a la Wikipedia, la labor de Sanz Briz fue aun mucho más fructífera que la de Schindler, ya que éste libró, al parecer, a 1.200 judíos del holocausto, mientras que aquél habría librado a 5.200.
Ha querido la casualidad que la gesta de Sanz Briz reaparezca estos días con diversos motivos. El día 3 de octubre, el diario El País publicaba un obituario, recordando el centenario del nacimiento de Sanz Briz. Y, en estos días también, Arcadi Espada le lleva dedicando diversos comentarios muy interesantes en su blog a una cierta controversia que ha planteado el italiano Giorgio Perlasca. Este italiano ayudó a Sanz Briz en su labor humanitaria y la continuó, haciéndose pasar por responsable de la Embajada de España, cuando el diplomático fue obligado por su Gobierno a abandonar Budapest. En unas memorias que ha publicado hace poco, Perlasca resta méritos a Sanz Briz, atribuyéndoselos a él mismo. Al propio tiempo, el italiano introduce un ingrediente de frivolidad y glamour, que acaba por darle a la historia un cierto aire novelesco: los supuestos amores del diplomático español con una bellísima judía húngara, la Baronesa de Pozmaniczky. Espada sale al paso de todo ésto y dice, entre otras cosas, que “El heroísmo compartido es un desdichado juego de suma cero”.
Otro día hablaré de Primo Levi y su novela, “Si esto es un hombre”, que también he leído estos días, donde cuenta su experiencia personal de judío (también de origen sefardí) sobreviviente de Auschwitz.
Pocas cosas hay que me conmuevan más que el conocimiento del holocausto nazi. Nunca me parecerá impertinente su recuerdo.

1 comentario:

  1. muy ilustrativas estas últimas entradas. te animo a que nos amenices con las, interesantes, conclusiones de tus lecturas.

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