lunes, 24 de enero de 2011

London III

My teacher, esta mañana, ha cambiado de opinión y me ha dicho que le pida a mis profesores de inglés en España que me devuelvan el dinero, pero no ha conseguido desanimarme.
Hoy he ido a Londres, lo que a ti te parecerá una tontería. ¿Cómo es que si vivo en Londres voy a Londres? Bueno, la verdad es que la estación está a 5 minutos de casa y el tren solo tarda 20 minutos en llegar a Waterloo Station. De modo que vivo en Londres, pero voy a Londres.
Nada más llegar, Salette se ha querido subir en la noria London Eye. Que a ella no le cuesta nada, porque tiene no sé qué pase, pero que a mí me ha costado 18,60 libras. Aunque ya me había subido antes y el día estaba lluvioso, la experiencia es interesante.

IMG_0066

Salette quería tomar un cafe en el bar de London Eye, pero yo la animé a buscar otro lugar más agradable. Cruzamos el Támesis por ese lugar de imágenes tan resonantes en la memoria de cualquiera (Westminster, el Big-Ben, el London Eye) y nos adentramos en la zona del Gobierno. En pleno White Hall sugerí un pub de inequívoco aspecto inglés y, nada más entrar, mi anfitriona se transformó. Como si fuera una turista en Londres, se hacía lenguas a cada momento de lo bonito y agradable que era el pub y se despertó en ella una locuacidad que me permitió disfrutar de los mejores momentos de conversación desde que he llegado. Dicho sea en términos de aprendizaje y de disfrute de una charla entre dos personas, aunque sea con la limitación de mi impericia. El café expreso que me tomé era deplorable. No sé cómo lo tolerará tanta gente selecta como allí había.
No te he dicho que Salette es una inglesa nacida en Malta, donde se resguardaron sus padres en la Segunda Guerra Mundial y que tiene un antepasado español, un general que guerreó contra Napoleón, de apellido Carrascosa.
Estuvimos en el pub hasta que ella se marchó a casa a atender a su hija. Yo decidí quedarme en Londres hasta más tarde.
Nos despedimos en Trafalgar Square y era una tentación irresistible no aprovechar para dar una vuelta por la National Gallery, de la que guardo tan grato recuerdo de nuestra primera visita.
Eran las 5 de la tarde y el día había desaparecido casi por completo, oculto tras una fina llovizna y el inexorable ocaso londinense, tan precoz en esta época del año. Desde lo alto de las escaleras de la National Gallery se contemplaba un singular paisaje en el que, sobre una bruma no demasiado densa, se recortaba la estatua del vencedor de Trafalgar y se divisaba, al fondo, la figura del Big-Ben.

IMG_0067

Me resultó de algún modo sorprendente percibir cómo, en apenas unos instantes, uno pasa de un espacio público (la Plaza de Trafalgar) a otro (la National Gallery), también de disfrute gratuito, pero repleto de obras de arte, en el que nadie te pregunta en la entrada dónde ni a qué vas, ni pasas ningún control, ni de tickets, ni de metales. Casi sin darte cuenta entras de la calle y te encuentras delante de un Velázquez o un Turner.
En poco más de una hora que quedaba para cerrar me propuse contemplar apenas media docena de cuadros. Algunos de ellos se encontraban en ambos extremos del Museo, pero su búsqueda se ve completamente facilitada por el plano guía que cogí en la entrada, naturalmente, en su versión inglesa.
No te quiero aburrir con los cuadros. Quizá lo haga en otra visita. Pero sí te diré que entré directamente a disfrutar con la contemplación de la “Venus del Espejo”. Mientras intercambiaba miradas a través del espejo con la diosa del amor, recordaba las conjeturas de Eduardo Mendoza en su última novela, “Riña de gatos”, sobre quién podría ser la mujer que sirvió de modelo a Velázquez y sobre la posibilidad de que existan, ocultos, otros desnudos del mismo pintor.
Volví a disfrutar con “Los Embajadores” de Hans Holbein y “El matrimonio Arnolfini” de Jean Van Eyck. Mis escasos conocimientos de pintura me llevan siempre a apreciar especialmente aquellas obras que, siendo de autores consagrados, poseen un rico contenido simbólico, por los elementos que contienen y porque, en sí mismos, constituyen el símbolo de hechos o procesos históricos, circunstancias que concurren en estos dos cuadros.
Salí de la galería cuando cerraban y me dirigí hacia Charing Cross. Por un lateral de la Estación transcurre Villiers Street, una animada calle de pubs y restaurantes en la que decidí tomar mi dinner, ya que llegaría a casa tarde. Al final de la calle, a mano derecha, en la misma rivera del Támesis, en una calleja de nombre Watergate Walk, hay una larga terraza, llena a esas frías horas de gente tomando copas. También hay gente en algunos de los pubs tomando su cerveza en la calle. Como en Sevilla en primavera, pero con 2ºC.
Mareé la perdiz y cuando quise sentarme no encontré sitio, de modo que decidí…
Continuará…

No hay comentarios:

Publicar un comentario