martes, 21 de febrero de 2012

Cómo conseguir que los ricos compartan las canicas


Jonathan Haidt es un profesor de Psicología de las universidades norteamericanas de Virginia y Nueva York. En mi vida he oído hablar de él, pero ha escrito un libro cuyo título me resulta de lo más sugerente: "The Righteous Mind: Why Good People are Divided by Politics and Religion" (La mente honrada: porqué la política y la religión dividen a las buenas personas). El caso es que este psicólogo publica hoy en The New York Times, con el título "How to Get the Rich to Share the Marbles" ("Cómo conseguir que los ricos compartan las canicas") la reseña de una investigación de los psicólogos del desarrollo Michael Tomasello y Katharina Hamann, del Instituto Max Plank, de Leipzig (Alemania) que me ha parecido sumamente interesante. La investigación se publicó en la prestigiosa revista de ciencias Nature, con el título de "Collaboration encourages equal sharing in children but not in chimpanzees" (La colaboración estimula la equidad en los niños, pero no en los chimpancés) en agosto de 2011 y consistió en comprobar el comportamiento de parejas de humanos de 2 ó 3 años y de chimpancés sometidos a determinadas situaciones.
En el primer experimento, se colocó a dos niños en una habitación frente a una máquina llena de canicas de la que colgaban dos cuerdas. Si cada niño tiraba de su cuerda por su cuenta, sólo obtenía más cuerda. Pero, si tiraban los dos al mismo tiempo, la máquina dispensaba 3 canicas en la copa asignada a uno de los niños y una canica en la copa del otro. En este experimento, en el 75% de los casos, los niños compartían su riqueza sin apenas problemas, de modo que, o bien el niño rico ofrecía espontáneamente una bola al niño pobre, o bien, si este la pedía, el niño rico se la daba inmediatamente.
En la segunda fase del experimento, los niños que tomaron parte del mismo se encontraron que las canicas ya estaban a su disposición en las copas cuando se acercaron a la máquina. En este caso, el niño que tuvo la mala suerte de colocarse frente a la copa con una única canica, tenía muy pocas probabilidades de que el otro niño le ofreciera una de las suyas o de que se la diera si se la pedía. Apenas un 5% de canicas cambiaron de mano.
La tercera y más interesante parte del experimento comenzó como la primera. Pero, esta vez, cuando uno de los niños tiraba de la cuerda, obtenía una canica y, al tirar el otro niño de la otra cuerda, obtenía 3 canicas. Pero en ambos casos, aunque los dos niños hacían más o menos el mismo trabajo, era claro que la riqueza obtenida por cada uno no era producto de la colaboración entre ambos. En este supuesto, sólo un 30% de los casos dio lugar a un resultado equitativo.
La conclusión de los investigadores es que el cerebro humano cuenta con un conjunto de neuronas que, cuando son estimuladas, convierten a las personas en igualitarias. Sería una especie de boton "compartir el botín". Dicho botón no se activaría por la mera presencia de la desigualdad, sino cuando dos o más personas colaboran para producir una ganancia. Y, una vez que el botón es activado en ambos cerebros, ambas partes la comparten esforzadamente y de buena gana.
Los investigadores alemanes encontraron también que chimpancés haciendo tareas similares a las que he descrito de los niños, no compartían las ganancias en ninguna de las situaciones. De ahí deducen que la respuesta de compartir las ganancias surgió en algún momento del último medio millón de años, cuando los humanos empezaron a buscar comida y a cazar de forma cooperativa. Quienes disponían de ese tipo de respuesta cooperativa podían desarrollar asociaciones estables y permanentes, que conseguían más resultados que los que conseguían los individuos por sí mismos.
El autor del artículo del The New York Times utiliza las conclusiones de este experimento para impugnar el sentido de algunas de las ideas que pretende poner en práctica el Presidente Obama. Considera erróneas las promesas de incrementar los impuestos únicamente a los ricos y de no tocar las ayudas públicas a los pensionistas. El error de esta política consiste en que, obrando así, sólo tendrá que aportar más un pequeño porcentaje de la población, quedando la mayoría a salvo del sacrificio. Dice Haidt que "cuando la gente siente que cada uno está tirando de cuerdas diferentes, no se siente con derecho a compartir la riqueza de otras personas, incluso aunque dicha riqueza haya sido obtenida por suerte." Y sugiere que "no hay que centrarse en la justicia distributiva, que trata acerca de si cada cual ha obtenido lo que se merece, sino en la justicia procedimental, que se refiere a si se han empleado procedimientos honestos, abiertos e imparciales para decidir qué le corresponde a cada cual." Y continúa diciendo que "si hay un problema con los ultra-ricos no es que posean demasiada riqueza, sino que han comprado las leyes que les han facilitado ganar y conservar tanta riqueza en las décadas recientes".
Para terminar, dice Jonathan Haidt: "El problema no es que algunos niños tengan muchas más canicas que otros. El problema es que algunos niños están conchabados con los investigadores, trucan la máquina de las canicas antes de que el resto de nosotros tengamos la oportunidad de jugar con ella."
Como dije, son ideas sugerentes, que matizan o, incluso cuestionan, algunas de las ideas políticas y sociales estandar de la izquierda.
A mi me inspiran otras ideas que también podrían derivarse del experimento. Y, así, me pregunto cuál será la razón por la que personas serias, responsables y normalmente constituidas se empeñan en dañar a los más debiles de sus congéneres con medidas como la reforma laboral y los recortes del Estado del bienestar. Personas que, no por casualidad, son las mismas que tercamente promueven rebajas de impuestos a los más ricos, suprimiendo los impuestos sobre la riqueza, como patrimonio y sucesiones.
Podría pensarse que tales comportamientos corresponden a una etapa del desarrollo de la humanidad anterior a la aparición del botón de "compartir el botín". En más de un sentido, más próximos a los primates que a lo genuinamente humano.

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