martes, 17 de agosto de 2021

PREFIERO AMAZON


Ayer cuando volví de vacaciones me encontré en el buzón un aviso de correo certificado de la Agencia Estatal de Administración Tributaria (AEAT). Yo sabía que era un cheque de 1.100 euros, con el que me devolvían una cantidad indebidamente recaudada, porque ya me lo habían notificado electrónicamente. ¿Por qué la AEAT, que tanto presume de ser muy avanzada tecnológicamente, ha decidido abonarme la cantidad que me debe con un medio de pago tan poco eficiente y tan anticuado? ¿Qué pulsión le ha llevado al funcionario de turno a marcar en el sistema informático con el que trabaja una forma de pago del S. XIX y no la abrumadoramente habitual transferencia del S. XX?; conociendo como conoce la Agencia el número de mi cuenta, porque fue desde donde pagué la cantidad que ahora parcialmente se me devuelve. Son preguntas sin respuesta. Porque no le estoy pidiendo que me pague en Bitcoins. Solo una triste y honesta transferencia.

Como ayer era fiesta, he tenido que esperar hasta hoy para ir a Correos de buena mañana, a recuperar los 1.100 euros que la AEAT me cobró indebidamente hace ya bastante más de un año. Y aquí me he encontrado con otro funcionario cumplidor a machamartillo de sus obligaciones. El cheque ya no estaba en la oficina. Se intentó entregar el día 31 de julio (el día en el que yo y millones de personas conmigo empezamos las vacaciones) y hoy, 17 de agosto, habían transcurrido los 7 días en los que, al parecer, un envío puede permanecer en una oficina sin que le empiece a quemar en las manos al funcionario. 

- Oiga, ¿es que no se dan cuenta de que en agosto mucha gente está de vacaciones?

- Las normas no cambian en agosto, caballero.

Pensé en formular una reclamación y, después de que el funcionario trasteara sin éxito durante varios minutos en su ordenador, supongo que para encontrar el formulario apropiado, decidí desistir. Para qué iba a reclamar algo que iba recibir la respuesta de otro funcionario de mayor rango, cuyo incentivo de productividad probablemente dependa de la velocidad con la que se devuelven los envíos que no han podido entregarse por cualquier motivo.


El próximo mes hará 39 años que soy funcionario público. A estas alturas de mi vida profesional soy plenamente consciente de las fortalezas y las debilidades del sector público para prestar los servicios que le demandan los ciudadanos. Y, en general, siempre había pensado que, si el sector privado tenía algo que enseñar en materia de gestión de servicios públicos - lo que no me parecía evidente por sí mismo - el sector público no debía ser sustituido, sino obligado a aprenderlo.

Como algunas otras convicciones personales, que han resultado ser menos firmes de lo que pensaba, ésta, relacionada con mi vida profesional y con mi condición de ciudadano, también parece haber empezado a resquebrajarse. Pongamos el ejemplo de Amazon. Cuánto más preferiría poder recibir todos los envíos que me tengan por destinatario a través de Amazon que a través del servicio público de Correos. Si no abro la puerta, me llamarán por teléfono y si no contesto, vendrán otro día. Todo antes que devolver al origen un envío. Y, ya puestos, cuánto mejor sería que Amazon se encargara de cobrarme los impuestos. En caso de error, en 3 días tendría el dinero de vuelta. Y por transferencia.

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